Publicado el 2018-10-07 In Casa Madre de Tuparenda, Obras de la misericordia, Schoenstatt en salida

Señora, dame un trabajo. Yo no quiero robar más…

PARAGUAY, Ana Maria Mendoza de Acha, Presidente de Fundaprova •

“Señora, dame un trabajo. Yo no quiero robar más…”. Esta frase se escuchaba a menudo en los inicios de la Casa Madre de Tupãrenda. Llegan sucios, con caras tristes, casi depresivos. Cuesta darse cuenta de que la sociedad y el estado los empujaron a esa situación. A menos de un mes, verlos limpios, prolijos, higienizados hasta los dientes muestra que este es el camino y la misión. —

Ana Maria Acha con los ultimos tres graduados

 

Una gran franja de jóvenes que no accede a tener un trabajo decente, obviamente por falta de educación – su mayor pecado – debe hacer algo para sobrevivir en ese estado de total marginalidad.

Los que nacen en estos “hogares” están condenados – con suerte, en tiempo y forma – por la Justicia, pero con seguridad, primeramente y de por vida, por la sociedad.

Digo con suerte en tiempo y forma, porque nuestras cárceles se hallan pobladas por jóvenes y adultos, que durante años están abandonados a su suerte, en su gran mayoría gente pobre y por ende sin defensores.

Pero desde un principio, están condenados por la sociedad.

No queremos verlos

Sí, no queremos verlos. Son pobres, andrajosos, huelen mal, molestan; pero cuesta darnos cuenta que la sociedad y el estado los empujaron a esa situación. Para poder sobrevivir emocionalmente a tantas carencias, se anestesian con drogas de todo tipo. Obviamente, sólo anestesiados pueden soportar la pobreza, la promiscuidad, los tratos violentos que les propinan desde los propios padres hasta el policía de la cuadra. Por lo tanto, en la adolescencia, o a veces en la misma niñez, llegan a familiarizarse con el delito y ello forma parte de su propia subsistencia.

Así llegan a la Casa Madre de Tupãrenda, sucios, con caras tristes, algunos casi depresivos. Reciben allí algo desconocido para ellos: el cobijamiento que se traduce en la transformación. Y entonces, a menos de un mes de haber llegado, podemos verlos limpios, prolijos, higienizados hasta los dientes, y sus semblantes lucen diferentes. Es que el aspecto exterior no es un tema menor, eleva la autoestima, es el reflejo del aspecto interior.

Jóvenes en la cárcel de menores

Es la primera inserción a la sociedad

Para varios de ellos, el proceso no constituye una reinserción sino una primera inserción a la sociedad.

Sencillamente nunca han tenido una casa donde ir a comer, una mesa limpia con comida caliente y un ambiente de camaradería donde da gusto estar.

Van pasando así por distintas etapas, distinguidas por diferentes colores de brazaletes que indican la antigüedad en ella y las habilidades que van adquiriendo.

En el transitar, aprenden distintos oficios, como panadería, huerta, confección textil, y en esta formación integral son contenidos por un excelente equipo, con el Padre Pedro Kühlcke a la cabeza, a quien lo conocen todos desde el Centro Educativo Itauguá (Cárcel de Menores), y por quien, en realidad, se acercan a la Casa. La Directora Sra. Ana Souberlich supo instalar el efectivo sistema de firmeza y ternura, hasta hoy con muy buenos resultados. El equipo se completa con la psicóloga, con quien comparten una vez por semana; la asistente social, que se involucra con sus familias; el abogado de los jóvenes, con carisma de orientador, y los instructores de oficios de panadería, huerta y confección textil.

Además de las habilidades que van adquiriendo, la lucha por el control de las adicciones es crucial. En ese aspecto, estamos muy agradecidos al Dr. Manuel Fresco, Director del Centro de Adicciones, por toda la colaboración que presta desinteresadamente.

La falta de educación como momento crucial

Si bien la Constitución y las leyes contemplan la pena de cárcel como una manera de castigar al individuo que transgredió una norma, su objetivo primordial es corregir sus errores para devolverlo o reinsertarlo a la sociedad. Nunca puede ser una venganza.

Si analizáramos minuciosamente la problemática penitenciaria, podríamos concluir una vez más que tiene como origen la falta de educación. El ignorante no tiene condiciones de conseguir un buen empleo, en consecuencia, es pobre. Si tuviera urgencias, muchas veces no le queda otra salida que robar, y en una de esas trapisondas puede matar… y el final ya todos lo conocemos.

Los momentos de graduación

Por ello, estos momentos de graduación son tan emocionantes para todos. Chicos jóvenes con una crucial decisión: tomar otro camino del que conocieron hasta ahora y eso les cuesta muchísimo. Por eso, merecen todo nuestro apoyo, valoración y respeto.

Ellos están preparados para el mundo laboral. Sin embargo, los acompañamos tanto al contratante como al contratado durante varios meses. Hoy ya no nos ruegan por un trabajo, porque saben que, al culminar el ciclo de formación, una oportunidad laboral les espera; pero deben hacer bien los deberes para lograrlo. No robar significa salir del infierno de las cárceles.

De todos modos, ellos saben que la Casa Madre de Tupãrenda es su casa, es como la casa de mamá… pueden volver a visitarla siempre.


Pagina institucional: www.fundaprovapy.org

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