ESPAÑA, Carlos Sáinz de los Terreros •
El pasado domingo 23 de octubre, tuvimos un encuentro con matrimonios que habían participado en las distintas sesiones del taller de fortalecimiento matrimonial (FORTA). Han sido ya nueve desde que tuvo lugar el primero en septiembre de 2015, con más de doscientos matrimonios fortalecidos. —
El FORTA es una experiencia inolvidable para todos los que hemos asistido. Pero tiene una pega: una vez hecho no se puede repetir. Atendiendo a la inquietud manifestada por muchos participantes, se han empezado a organizar estos encuentros POSTFORTA, con el objetivo de seguir profundizando en alguno de los aspectos que nos ayudan a mejorar nuestro matrimonio, intercambiar experiencias y en definitiva extender la vivencia de un sano matrimonio cristiano en una sociedad que tanto lo necesita.
Son muchas cosas las que nos distraen de lo que debería ser nuestra principal preocupación
Nos damos cuenta de que todavía tenemos mucho que trabajar. Las convivencias FORTA de fin de semana fueron muy ricas en enseñanzas, en un encuentro profundo con nuestro cónyuge, en el conocimiento de nuestra historia como pareja, en comprender que el matrimonio es cosa de tres y que Cristo está con nosotros. Pero más tarde también percibimos todo aquello que hemos dejado de hacer, arrastrados por una rutina que nos hace perder de vista el inmenso regalo de la persona que comparte nuestra vida. Son muchas cosas las que nos distraen de lo que debería ser nuestra principal preocupación al levantarnos cada día; hacer feliz al otro y empujarnos mutuamente para llegar al cielo.
Unas veces es el trabajo, otras el dinero, o la familia, o el ambiente que nos rodea, o la preocupación por los hijos, ante los que no siempre actuamos como una unidad, y que a veces se convierten en factores de alejamiento en lugar de actuar como elemento de unión y cemento vital de cada matrimonio. O bien nos cuesta reconocer la presencia continua de Cristo a nuestro lado, que es quien convierte nuestro matrimonio en algo más que un proyecto humano en común; lo transforma en un sacramento.
Los encuentros POSTFORTA
Las tareas iniciadas en el FORTA a menudo se quedan en un esbozo, sin prolongar el esfuerzo que sería necesario para sacarlas todo el jugo que transformaría de manera permanente nuestra vida en común. No es por dejadez ni por falta de interés, puede ser falta de tiempo o la vida que nos atropella, pero en cualquier caso echamos de menos una oportunidad para continuar lo iniciado en ese mágico fin de semana que todos hemos experimentado.
Por todo ello, algunos matrimonios pusieron en marcha esta iniciativa; encontrarnos de nuevo. Liderados por Charo y Alvaro Obando y con la colaboración de otros muchos, se pusieron en marcha estas sesiones POSTFORTA, de las que ya se han celebrado dos en 2022.
El intercambio de vivencias entre matrimonios
En la última, la de este domingo, se puso el acento en el diálogo, en el intercambio de vivencias entre matrimonios en distintos estados vitales, y en abrir una oportunidad de convivencia. También se busca descubrir las principales inquietudes a través del testimonio de todos, y de posibles vías para darles respuesta.
En el camino descubrimos las inesperadas y sobresalientes aptitudes dramáticas de Cristina y Álvaro, que ilustraron de manera muy viva algunas de las situaciones que todos los asistentes podíamos reconocer como propias. Y que sirvió para enriquecer un largo rato de intercambio de cada matrimonio a solas, y posteriormente en grupos que sirvieron para compartir y aprender de otros. Y por qué no decirlo, para sentirnos más acompañados en nuestras carencias y debilidades. En mi experiencia personal, esta ocasión de conocer gente procedente de otros orígenes, carismas y espiritualidades me aportó puntos de vista y vivencias que me llevo dentro, y que estoy convencido de que me harán mejor como marido y como persona.
Nadie quería irse
Concluimos el encuentro con una Eucaristía celebrada por el P. Jaime, con palabras que nos llegaron al corazón, y a quien nunca le podremos agradecer debidamente su disponibilidad y cercanía a unas horas tan intempestivas. Y por supuesto, como no puede ser de otra manera en el FORTA, terminamos con una agradable convivencia en torno a la buena comida (y bebida) aportada con generosidad por todos los participantes, en la que nos dieron las tantas, aunque al día siguiente trabajaban muchos de los que allí estábamos. Pero se estaba tan bien que nadie quería irse.