Publicado el 2015-06-27 In Proyectos

Papá sos mi héroe

PARAGUAY, Dequení, por Clara Paez, en la revista «Ejempla» •

Esta es la historia de un papá que evitó que dos hijos cayeran en el trabajo infantil. Un ejemplo de paternidad responsable para celebrar este Día del Padre.

Al principio eran una familia feliz

Dionisio Valdez terminó el 4to. curso y decidió dejar la escuela para empezar a trabajar. Fue como muchos ‘abuela memby’ (hijo de la abuela), aunque conoce a sus padres, la relación con ellos nunca fue muy estrecha y menos con su padre. «Yo no conocí lo que es el amor paterno», dice al iniciar el relato de su historia de vida.

Cuando trabajaba en una distribuidora de lácteos la conoció a ella. Con el tiempo se enamoraron y decidieron establecer la relación que duró 7 años. Todo iba bien, él comenzó a pagar por una casa, tenía un salario seguro y lo suficiente para que nunca faltara nada en la casa. Cuando llegaron los niños ella se dedicó a cuidarlos y dejó de trabajar. Dos varones, que hoy tienen 11 y 9 años y una nena de 7 años, llegaron para que la familia estuviera completa.

Pero los problemas económicos no tardaron en llegar. Él cayó en la trampa de la mala utilización de su tarjeta de crédito, se le acumularon las cuentas y ya no podía pagar la cuota de la casa. Comenzaron a pasar necesidades a los que sumaron los conflictos de pareja. Ya no hubo caso, la relación se había quebrado, entonces decidieron separarse.

Al principio los chicos fueron a vivir con la madre, estuvieron con ella unos 7 meses. Él vivía cerca e iba a visitarlos cada fin de semana, hasta que se enteró que sus hijos no estaban bien atendidos. «Me dijeron que andaban por la calle, que ya nos estaban por denunciar a la Codeni y que si eso seguía nos iban a quitar a los niños», cuenta.

Hora de hacerse cargo

Ni bien confirmó esta situación decidió asumir su responsabilidad y hacerse cargo de los tres, a pesar de no tener un trabajo seguro ni una casa en buenas condiciones. Un día fue a hablar con la madre y le dijo: «veo que querés trabajar y no podés porque tenés que hacerte cargo de los niños. Dejá que vivan conmigo, yo voy a cuidarles. Mi familia me va a ayudar». Ella aceptó.

Mucho lloré. Durante el primer mes que estaban conmigo yo llegaba del trabajo y los encontraba sucios, durmiendo así sin asearse, ya no podía trabajar»

— Dionisio Valdez

Y allí comenzó la lucha por salvar a sus hijos de la calle. Fue mucho más difícil porque no encontró la ayuda que esperaba. «Mucho lloré. Durante el primer mes que estaban conmigo yo llegaba del trabajo y los encontraba sucios, durmiendo así sin asearse, ya no podía trabajar», recuerda. Vivían en una casa en la que solo contaban con energía eléctrica. Había ocasiones en las que sus hijos no tenían agua corriente para bañarse. La comida no les faltaba porque le pagaba a su mamá, a la abuela, para que les cocinara todos los días.

Como tenían una sola cama, los tres niños dormían juntos cubiertos apenas con unas mantas, mientras Dionisio se acomodaba en el piso con los pocos abrigos que tenía. Solo para que nos demos cuenta de lo importante que son las campañas de donación de abrigos.

Extremadamente flaco y con muy mal aspecto estaba Dionisio cuando habló con una vecina que le contó acerca de Dequení. Tenía vecinos cuyos hijos iban todos los días a la fundación y así sus padres podían trabajar tranquilos. Entonces esa fue la esperanza para que sus hijos no dejaran de estudiar, porque esa era su principal meta, que no abandonaran la escuela.

El comienzo de una nueva vida

Fue con sus hijos hasta el local de Dequení. Al llegar habló con el portero, le contó su caso y él le indicó quien era el responsable del programa de Protección de la Niñez en Riesgo de Trabajo Infantil.

Ángel Jara, la persona indicada para atender su caso, se encontraba en la puerta esperando que llegaran todos los chicos cuando Dionisio se acercó a hablarle. En ese momento no contaban con lugar para recibir a sus hijos, pero pronto dos niños iban a cumplir la edad para pasar a otro programa y esa sería la oportunidad para los Valdez. Solo los varones iban a asistir a la fundación porque la nena estaba bien atendida por su madrina, quien hasta ahora la lleva a la escuela en donde pasa toda la jornada.

La espera fue de aproximadamente 15 días. En todo ese tiempo a Dionisio lo llamaban y le daban algunas instrucciones que son parte del proceso de admisión. «Me llamaron un viernes para decirme que mis hijos empezaban el lunes. Era como una nueva vida para mí, podría volver a trabajar tranquilo», dice.

Me llamaron un viernes para decirme que mis hijos empezaban el lunes. Era como una nueva vida para mí, podría volver a trabajar tranquilo»

— Dionisio Valdez

En aquel entonces había comenzado a trabajar como vendedor y cobraba por comisión. Tenía una moto con la que hacía sus recorridos. Un nuevo desafío se les presentó, debía llevarles todo los días a sus hijos porque aún eran muy pequeños, tenían solo 7 y 5 años. «Ellos entraban a las 8:00. Yo debía presentarme al trabajo a las 7:00, tuve que renunciar y salir a la calle como vendedor ambulante», explica.

No olvida el apoyo que recibió de sus compañeros. En varias ocasiones organizaron rifas y polladas para darle un poco de dinero porque su sueldo nunca fue suficiente.

Las primeras semanas en la fundación fueron difíciles, sus hijos se habían vuelto muy antisociales y Dionisio todos los días recibida llamadas de los educadores. «Uno de ellos se trepó por uno de los pilares y amenazaba con que se iba a tirar, porque él quería ser el centro de atención. Él no entendía que debía esperar su turno, para que se baje teníamos que encontrar algo que le gustara», interviene Ángel.

Pero hoy, después de cuatro años, se los ve sanos y con buen aspecto. Saben leer y escribir correctamente. No se olvidan de pedir permiso al pasar ni de sonreír todos los días. El sol brilla de nuevo para ellos.

Estos pequeños son muchos más maduros que el resto de sus compañeros. Ellos conocen el sacrificio de su padre y saben lo mucho que él se esforzó para que ellos vivieran mejor.

Cuando van a casa se encargan de limpiar o de preparar la cena si papá llega tarde. «Yo no tengo horario, el mayor es mi mano derecha. Cuando yo no estoy llegando él se va a la despensa y preparan para su merienda. Pero si llego temprano les preparo la cena», agrega Dionisio.

El sueño

«A veces juego al bingo y ellos me dicen: papá si ganamos vamos a comprar para nuestra casa», confiesa el papá. Tener una casa propia para no tener que mudarse cada tanto es su mayor anhelo, además de un trabajo con seguro de IPS, ya que hoy gana apenas 350 mil guaraníes semanalmente.

Las personas que lo rodean admiran su fortaleza. Él es un ejemplo para muchos padres y madres que no cumplen con sus obligaciones. «No hay mejor experiencia que ver a tus hijos crecer y tener una relación cercana con ellos», concluye el papá superhéroe.

Más información, también sobre cómo aportar a Dequení: www.dequeni.org.py

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