Publicado el 2015-10-09 In Misiones

Mi encuentro en las Misiones

PARAGUAY, Rolando José Benítez Velázquez •

Perdí a mi madre hace dos años, fue una experiencia demasiado fuerte para mí ya que prácticamente era dependiente de ella, creo que es una de las cosas que nunca voy a poder superar. Me separé de la religión, me separé de Dios, me sentía vacío, hasta que una persona muy especial en mi vida, me mostró un camino que nunca pensé tomar: me invitó a las misiones.

Con muchas dudas y pocas ganas, acepte esa invitación, sin saber que me esperaba. Fui yendo a las reuniones y me preguntaba si valía la pena, si de verdad esto me iba a ayudar, a veces me preguntaba ¿qué hago acá? Sin entender el llamado que estaba recibiendo y así fue, hasta que llego el día de partir. Extrañamente ese día sentía una emoción; al llegar al pueblo noté muchas ganas y un sentimiento raro que nos unía a todos. El primer día no misionamos, pero yo sentía que algo estaba por pasar. Cuando me tocó misionar al segundo día, no entendía de qué se trataba, pero sentía una cierta esperanza.

Dos años

Llamativamente con mi grupo tomamos el camino más difícil y feo de los que podíamos misionar, y creo que esa fue una de las decisiones más buenas que pudimos tomar. Llegamos a la primera casa, casi no hablé, más bien escuché y trataba de entender que tenía que hacer, es que era mi primera vez misionando y ¡no sabía que iba a decir!

Hasta que me toco hablar en una casa, una casa un poco alejada, pequeña, donde vivía una señora, sola. Comenzando mi conversación con ella y presentándole a la Virgen, entre unas pequeñas lágrimas, me comenta que su mama había fallecido y que ella no podía superar esa pérdida ya que las dos eran muy unidas, eso me sorprendió, mucho de verdad, cuando le pregunto hace cuánto tiempo había fallecido, me dice que hace dos años, ¡dos años!…

¡Será eso cierto!… era el mismo tiempo que mi mama llevaba en el cielo. Me quedé con un nudo en la garganta, hasta que me salieron estas palabras: «Señora, la vida no es justa a veces, pero Dios siempre tiene algo para nosotros, a veces no entendemos sus mandamientos, pero hay que tener fe y salir adelante, salir adelante por la memoria de nuestras madres, que seguro esperan eso de nosotros a que estemos lamentando que ellas ya hayan ido al cielo».

Yo creo firmemente que esta experiencia me cambió la vida; me ayudó a superarme y a entender que con pequeñas cosas, uno puede hacer enormes cosas. Que entregando eso que nos tiene mal a la Mater, mamá María, Ella puede darte mucho y que yo, siendo un joven que tal vez no valga mucho, que no sea el mejor ejemplo, pero que con un poco de voluntad, puedo hacer tanto por una persona y que al ver esa luz de esperanza en los ojos del prójimo, uno puede contagiarse, llenarse y tener esa fuerte convicción, de que ELLA en realidad obra milagros.

Fuente: Revista Tuparenda, septiembre de 2015

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