Publicado el 2020-04-11 In Alianza de Amor Solidaria en tiempos de Coronavirus, Francisco - iniciativas y gestos

Viernes Santo ¿en libertad?

Claudio Ardissone, Asunción, Paraguay •

Este Viernes Santo fue distinto, especial y muy fuerte. Nunca había pasado una Semana Santa encerrado en mi casa, en cuarentena, sin poder salir a participar de las celebraciones en la parroquia. —

Como muchos, para no decir todos, nos tuvimos que conformar con vivir las celebraciones a través de las redes sociales, canales digitales y televisión, recibiendo los sacramentos de forma virtual, apelando a nuestras más íntimas conciencias para sentirnos perdonados en las celebraciones penitenciales y estar en gracia.

En este tiempo sentimos miedo de contagiarnos, de que esta pandemia cobre cientos de miles de vidas, de que cause desastres en nuestras comunidades, de perder a nuestros seres queridos. Miedo de que la economía nos golpee fuertemente, que nos deje sin trabajo, sin ingresos, que no nos permita producir, que nos desequilibre los flujos de caja, que nos obligue a achicar nuestras organizaciones. Miedo que paraliza, casi por completo, al mundo entero. Y ese miedo ¿de dónde viene?

Me quedé pensando que puede venir de nuestros fueros íntimos, donde tenemos nuestros pudores, donde nuestra moral y ética están vivas, donde nuestras conciencias nos interpelan con la realidad y nuestro propósito de vida, nuestro Ideal Personal.

Una callejuela de espejos

El viacrucis al que nos convidó el Papa Francisco fue como un pasillo lleno de espejos. A la derecha veía todas mis libertades, disfrutaba de la democracia, el libre mercado, el trabajo, el entretenimiento, los placeres de la vida, la familia, la religión, y más. A la izquierda, veía a los que me estaban contando sus testimonios: víctimas de crímenes a quienes esos hechos borraron las sonrisas de sus caras, despojaron de sus seres más queridos, marcaron sus vidas con heridas que nunca terminan de curarse; y personas que cometieron esos crímenes, que reconocieron haber bajado hasta las profundidades insondables de las tinieblas, que arrastraron a sus familias a las que les hicieron perder sus apellidos, que hicieron daños mucho más grandes que los que recibieron y que fueron a parar a la cárcel, a cumplir sus condenas y en algunos casos a cumplir una condena que no les correspondía.

Esa callejuela de espejos hizo que me estrellara de cara contra la realidad: vivimos en libertad, pero en este momento no la podemos vivir completamente. Estamos presos en nuestras casas porque tenemos miedo del más pequeño representante de los seres vivos del planeta, un virus.

Entre los testimonios, también había cireneos y verónicas, que ayudan a cargar las cruces de los demás y enjugan las lágrimas de los sufrimientos de los que están privados de su libertad y de las víctimas. Me pregunté: ¿soy yo también, en algún momento ese Simón de Cirene o esa Verónica que ayuda al prójimo y que dedica tiempo y recursos para enjugar las lágrimas de los que sufren? ¡Qué duro! Creo que no hago lo suficiente.

Tomar el camino del “Schoenstatt en salida”

Es más fácil “prepararse y formarse” para ser un buen schoenstattiano, que conozca y entienda bien la esencia kentenijiana del Movimiento, seguir un itinerario de formación, dar hermosas charlas, que tomar el camino del “Schoenstatt en salida” del que tanto hablamos últimamente. El P. Kentenich tenía clara la idea de que debíamos ser apostólicos, teníamos que estar sirviendo a los más necesitados, teníamos que estar en “movimiento” y eso a mí me interpela profundamente.

El Papa Francisco nos llevó hoy a hacer un breve recorrido por la periferia humana, nos mostró las miserias que se viven por ahí, creo que con el claro objetivo de que entendamos que nuestro propósito de vida debe contemplar ayudar a los demás, mezclarnos, al igual que los sacerdotes, con el rebaño, porque somos parte del rebaño, no somos especiales o de otra especie, somos bendecidos por Dios para que nos convirtamos en cireneos y verónicas.

El Papa Francisco, con una más de sus «franciscadas», nos muestra el camino de la “suave violencia” de la que nos habló el P. José Kentenich para que nos despabilemos y decidamos tomar de una vez el camino de salida, que entremos en acción y nos pongamos en movimiento.

 

Claudio Ardissone , 10/4/2020

Texto completo del Via Crucis 2020

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