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Publicado el 2021-02-04 In Schoenstatt en salida

Pastoral del Surf

ARGENTINA, P. Santiago Arriola, Federación de Presbíteros •

La Parroquia Padre Pío queda en el sur de la Ciudad de Mar del Plata. Muchas playas y muchas olas forman parte del escenario vital de personas y familias que participan de las comunidades. Y por eso también las olas y las playas se metieron en nuestra pastoral parroquial. —

La primera iniciativa fue una bendición de tablas, en la punta de la bahía de Waikiki, junto a una imagen de la Virgen de Luján. Una imagen que había sido encontrada por unos buzos tácticos sumergida en la punta de esa bahía, y que luego fue puesta en el lugar donde está actualmente. Una bendición llevó a otra y hoy ya es parte del cronograma anual de bendiciones. Algunas de estas bendiciones las realizó el Obispo de Mar c del Plata, Monseñor Gabriel Mestre (que hasta compartió un rato en el agua nadando junto a los surfistas y sumándose a la clásica ronda detrás de la rompiente, un conocido gesto de fraternidad y comunión en el mar).

Aloha: un retiro para surfistas

Después, no mucho después, surgió el anhelo de hacer un retiro para surfistas. Armamos equipo con algunos jóvenes y adultos, algunos de ellos de la Juventud Masculina y Femenina de Schoenstatt, y empezamos a soñarlo. Porque era un sueño… un retiro para surfistas, con metidas al agua, momentos de oración, fogón, fraternidad, olas. Y ocurrió. Se llamó “Aloha” (una palabra hawaiana que se usa para saludar, despedirse y desear amor y armonía, muy adecuada a la realidad del espacio que designaba).

Fue increíble, de principio a fin todo con ese aire de presencia de Dios y bendición, todo muy natural, sentido y profundamente simple. Todo nuevo y hermoso. Nos metimos mucho al agua juntos, nos divertimos, hicimos fogón en la playa, bendición con agua de mar, adoración, momentos de reflexión y oración personal, momentos de compartida en grupos, vimos una peli, cerramos con la Misa.

Al año siguiente vino Aloha II, ¡Y fue nuevamente una experiencia de inmensa bendición!

Y nos quedamos con el tercero aún pendiente.

A las orillas del Mar con el Señor

La otra linda y recurrente actividad de la Pastoral del Surf resultó ser la Misa en la playa, también con mucha sencillez, en la arena, aprovechando la tabla de altar, con todo su simbolismo. Cantamos, rezamos juntos, compartimos la Palabra. El lugar va cambiando, de acuerdo a las condiciones climáticas y el pronóstico de olas. Porque a la Misa le sigue casi siempre una buena metida al agua compartida con quienes se quieran sumar.

En este breve tiempo de Pastoral del Surf nos llenamos de anécdotas y cosas para ir guardando en el corazón, pequeñas y grandes bendiciones que el Señor nos fue regalando y nos sigue regalando en el camino. Recuerdo una Misa en la playa en la que se sumó de repente una mamá que nos contó conmovida que su hijo era surfista y había fallecido en ese lugar. Para ella y para nosotros fue muy especial compartir esa Misa, y poner esa intención sobre el altar, con ese mar de fondo, tan cargado de recuerdos y afecto por ese hijo.

La Pastoral del Surf no es un espacio muy organizado, sino simplemente es la inquietud de compartir juntos las olas de la fe y de la vida, el anhelo de crecer en la experiencia del encuentro con Jesús, en un escenario que para el mismo Señor siempre fue muy especial. A la orilla del mar ocurren tantas escenas del Evangelio… ¡También hoy!

Hay que saber elegir la ola

Del surf y del mar podemos aprender muchas cosas sobre la vida y la fe. El surf es como una parábola de la vida. Algunas de estas hermosas lecciones que hemos aprendido y seguimos aprendiendo con cada nueva metida son que “desde afuera todo parece fácil” (en el agua y en la vida); que “no hay que dejar de remar” (en el agua y en la vida); que “hay que saber elegir la ola” (en el agua y en la vida); que “hay que saber bajarse a tiempo de la ola” (en el agua y en la vida); y tantas otras más.

El mar nos hace humildes, porque no responde a nuestros deseos; nos regala olas cuando quiere, y las olas que quiere, no lo podemos controlar a voluntad. El mar nos hace respetuosos frente a lo que nos excede y supera, nos enseña a saber retirarnos cuando reconocemos que no vamos a poder subirnos a esa ola. El mar nos abre al misterio, nos abre el horizonte del corazón, nos ensancha los pulmones del alma, nos serena con su vaivén y con su brisa, nos enseña que estamos unidos más allá de todas las diferencias, nos hace contemplativos y por eso agradecidos.

Le damos gracias a Dios que nos regala poder compartir la vida, la fe, y las olas; y esperamos con los brazos y el corazón abierto a quien quiera arrimarse a compartir algo de esta experiencia de bendición.

Fuente: www.schoenstatt.org.ar, con permiso de los editores

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