Publicado el 2017-09-16 In Schoenstatt en salida

Un mundo sin fronteras

TANZANIA/MEXICO,  Arturo Martínez •

¿Para qué venir tan lejos si en México hay mucha necesidad económica? Fue de las primeras preguntas que recibí cuando llegué a África a comenzar una experiencia que me marcaría de por vida.

En junio partí hacia aquel continente junto con otros tres amigos y miembros de la Juventud Masculina de Schoenstatt, buscando compartir experiencias y conocer diferentes culturas, para crecer como personas y ver cómo seguir apoyando al desarrollo de nuestro país. A lo largo de casi dos meses, estuvimos trabajando en una comunidad en el centro de Tanzania, llamada Mzumbe, Morogoro, en dos principales áreas: dando clases de inglés y matemáticas en una escuela con niños de 2 a 5 años y en el centro de salud de la comunidad, realizando desde suturas hasta apoyo en partos.

En este tipo de voluntariado social, en donde no se tocan temas religiosos, es en donde más nos exigimos a ser esa interrogante irresistible, silenciosa pero clara y eficaz.

Aprendimos un poco de todos

A lo largo de nuestra estancia tuvimos la oportunidad de convivir  con voluntarios de todas partes del mundo, en donde compartimos un sinfín de vivencias personales y culturales que apoyaron y apalancaron nuestra experiencia en Tanzania. Durante este intercambio de culturas, preguntas como, ¿cuál es la situación actual en México?, ¿para qué vinieron?, ¿México está igual? entre otras, nos hicieron reconfirmar el objetivo de nuestra aventura en aquel remoto país.

Durante los últimos 10 años de mi vida, servir en nombre de la Mater ha sido una parte fundamental y ese encuentro que he tenido con Ella, me llevó a buscar una experiencia que fuera más allá de lo que hasta el momento había conocido.

Darme cuenta de que no existen fronteras entre seres humanos, de que todos podemos aprender un poco de todos, de que independientemente del lugar en el que nacimos o la cultura que heredamos, son más las similitudes que las diferencias que tenemos, fueron de los mayores aprendizajes que obtuve este verano. Y ahora compartirlos es parte de mi responsabilidad.

De verdad que, ¡no hay fronteras para la MTA!

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