Publicado el 2015-03-19 In Schoenstatt en salida

El gran maestro de perder el tiempo es Jesús

Maria Fischer.

“El gran maestro de perder el tiempo es Jesús, ¿no? Ha perdido el tiempo acompañando, para hacer madurar las conciencias, para curar heridas, para enseñar…” – una frase del mensaje del Papa Francisco durante la audiencia del jubileo, el 25 de octubre, que ha marcado y conmovido el fin de semana de la Academia Internacional Kentenich para Directivos (IKAF).

Perder el tiempo, para empezar, con la llegada: el viaje fue más largo, por la cantidad de nieve caída y más de un participante necesitó ayuda en el último kilómetro de la cuesta que sube a «Schönstatt auf`m Berg» (Schoenstatt en la montaña). Algo más tarde que de costumbre y en una ronda algo más pequeña, pero también más intensa, “perdieron” los participantes el tiempo, contándose unos a otros lo conseguido en el último año y lo que ahora les preocupa.

“Esto ha creado una atmósfera muy especial”, dice uno al final de la jornada, “desde el principio. Tener tiempo sin mirar el reloj, para, simplemente, contar lo que uno ha logrado, lo que ha sido una exigencia, lo que ahora le preocupa. Y el interés y la escucha de los demás hace que lo vivido sea más concreto, más grande.” Otro: “El relato es, a menudo, como en la caja del supermercado en hora punta. Uno tira sus cosas sobre la banda y de nuevo en el carrito, tan rápido como puede, porque detrás esperan impacientes los demás a que les toque. Y aquí de repente, es como si todos hubieran estado esperando a tomar las riendas relajadamente, con cuidado…” Tomar las riendas con mucho cuidado – historias como la de una empresa, a la que se le fue dos veces un nuevo encargado antes de empezar a trabajar y, en pocos días, encuentra al encargado adecuado, un hombre que ya pensaba en la jubilación y que ya conocía la empresa – una historia así necesita tiempo, el que se pierde para contarla y para escucharla.

Simplemente, perder el tiempo

„Perder“ el tiempo rezando juntos, durmiendo más el sábado por la mañana, haciendo una pausa larga al mediodía, junto a la máquina del café, en la cafetería – fue un fin de semana que ha hecho mucho bien. A pesar de que se trabajó intensamente, o quizá por eso.

Se pasó casi todo el sábado con los relatos de experiencias del día a día profesional. Tiempo para enriquecerse mutuamente, descubrir preguntas y responderlas juntos. ¿Por qué hay tantos líos en la empresa, que se grita y ya no se habla, después de que los colegas han puesto una estupenda máquina de café? y ¿por qué no se llega a nada hablando de ventajas e inconvenientes de la máquina de café? Porque no se trata de la máquina de café, sino de la invasión del territorio protegido de “mi cocina de la oficina”.

Aportar competencias

Hay un matrimonio que trabajan juntos hace tanto tiempo, que ella, como esposa, aporta su competencia en el trabajo del marido; personal coach, en el mejor sentido de la palabra, en cuestiones de dirección de personal como en decisiones de gran alcance para el rumbo de la empresa. Y después en un viaje de trabajo del equipo, ambos experimentaron que algo no iba bien, si ella sólo va de acompañante a visitar a amigos, en vez de participar.

Palabra clave, aportar competencias: siempre se trata de una cuestión, “aportar la pedagogía y la competencia directiva del P. Kentenich a la empresa. ¿No vale también al revés? ¿No deberíamos aportar también la competencia de nuestras profesiones, la competencia especializada, así como la manera de pensar, planificar y tratar en la empresa a la Iglesia y a Schoenstatt? ¿Está bien que aportemos a la Iglesia `como hemos hecho siempre´ soluciones caseras, cuando en la profesión mercantil, en la gestión de un proyecto, en la dirección de personal, en gestión de cambios, somos competentes y altamente cualificados? ¿O tenemos, como directivos de empresa, también ahí una misión?”

Y al mismo tiempo: a través de historias concretas de la vida diaria en la empresa y de la vivencia de este fin de semana de perder el tiempo, crece de nuevo el reconocimiento de que algo aporta comenzar la próxima reunión con rosquillas, en vez de un diagrama de Gantt y respetar el tiempo para comer como descanso.

Perder el tiempo con mis colaboradores – ¿me lo puedo permitir?

Y sigue el tema de perder el tiempo; la decisión de poner este tema en el próximo jour fixe para directivos ya estaba tomada antes de este fin de semana de IKAF y antes de la charla de impulso de Melanie y Ulrich Grauert. Ahora sabemos todos que la decisión estuvo bien tomada.

«Durante la audiencia con la Familia de Schoenstatt, el papa Francisco habló de perder tiempo. Esto nos interpeló y, al mismo tiempo nos desafió. ¿Qué significa esto en el día a día concreto de la empresa? ¿Me lo puedo permitir realmente? En la vivencia queda claro. El “si, pero” se mantiene”, dicen Christine y Erwin Hinterberger en su invitación a los directivos para el próximo jour fixe, el próximo 21 de marzo en Memhölz.

Y ¿con quién y para quién pierdo yo tiempo?

 

*Nota del traductor: (IKAF) Siglas en alemán de Internationale Kentenich-Akademie für Führungskräfte

Original: alemán – Traducción: M. Paz Leiva – Madrid, España

 

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1 Responses

  1. Cecilia dice:

    El tema es que «perder el tiempo» tiene mala prensa. ¿Cómo en estos tiempos de hiperactividad (pero tal vez no de hiperproductividad), se nos ocurre «perder el tiempo»? Entonces somos llamados a rever el significado de esta expresión. ¿Qué es para mí perder el tiempo? Sentarse tranquilamente a escuchar al otro, sin estar haciendo otra cosa al mismo tiempo (lo que exige ejercitar la paciencia); destinar un tiempo para una lectura pausada, anotando tal vez ideas al margen (lo que exige concentración); compartir la vida con el otro (lo que exige despojarse de uno mismo, no ser egoísta); responder un mail, un llamado…la gente se sorprende cuando se hacen estas cosas. Es una hermosa manera de «perder el tiempo».

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