Publicado el 2017-05-29 In schoenstattianos

Paso a paso

PARAGUAY, Amílcar R. Cabrera V. •

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Inicio mi caminar, el “paso a paso”, con fuerza en mis piernas, una alegría indescriptible se apodera de mí. Casi sin pensar me aproximo a la meta, pero ¿cuál es? mi dormitorio o el comedor. Y me dirán: ¿Qué tiene de novedoso esto, Amílcar? Les respondería… tiene muchísimo de novedoso, es como alcanzar el cielo con las manos. Hace 15 años y unos meses tuve un grave accidente, junto con mi querida hija mayor, ella pasó momentos difíciles con sus siete añitos, pero por el amor infinito de Dios y la Mater y las oraciones, quedó sin secuelas, hoy es una flamante profesional.

En mi caso fue más complicado, después de un mes y medio en terapia intensiva, en total dos meses en el hospital, salí de alta.

A pocos días del accidente, una amiga preguntó a uno de los doctores:

– Doctor ¿Cuál es el pronóstico para Amílcar?

– No volverá a caminar, quedará postrado de por vida, respondió.

En aquel momento inicié una etapa difícil de mi vida, cargando una mochila que no pedí, con varias secuelas que quedaron en mi cuerpo, debido al politraumatismo de cráneo que recibí en el tremendo golpe: pérdida del equilibrio para caminar, vista doble, pérdida de la escritura, dificultad para hablar. Momentos difíciles, muy difíciles, donde la impotencia es el pan de cada día, donde caerse y golpearse hasta sangrar (algunas veces), era más fácil que caminar. Junto al bajón que se experimenta al caer, surgía una pregunta que me hacía con frecuencia… “¿Volveré a caminar?”.

Experimenté la gracia de la Alianza de Amor

En ese tiempo viví en carne propia la gracia que recibimos con la “Alianza de Amor con María”: Nada sin ti, nada sin nosotros. Experimenté su compañía en toda situación, junto con la asistencia constante de mi familia y las oraciones de muchísimas personas de fe del Movimiento que hacían guardia en el sanatorio en los momentos más difíciles.

Muchas cosas que fortalecen la fe se dieron en ese momento. Cuando estaba en terapia intensiva, las oraciones que recitábamos con el Padre Ludovico, o la lectura de un pasaje bíblico con el Padre Antonio… siempre recuerdo una frase de dicho pasaje: “Todo lo que Él hace es bueno”… Las frases del “Teléfono del Padre”, una en especial me llegó hasta lo más profundo… «¡Hijo, no olvides que soy tu Madre!». Ella me acompaña en cada paso, en cada tambaleo y lo más grande, ¡viene con su Hijo Jesucristo!

Mucha agua pasó bajo el puente, momentos difíciles, muchas vivencias, pero con una entrega de corazón a Jesús y la Mater, vamos para adelante…

Por más que se presenten imposibles los obstáculos para el hombre, para Dios nada es imposible.

No espero con los brazos cruzados que Dios haga todo, tengo que poner todo de mí, soy un convencido de que poniendo todas las fuerzas al dar el primer paso, en el siguiente, el Señor, que todo lo ve… ¡caminará conmigo!

Así de la cama a la silla de ruedas, al andador y de ahí lanzarme a caminar solo, por encima de las secuelas… Todo mejoró y continúa mejorando, porque siempre estuvieron y están en mis pasos, con un amor infinito ¡Jesús y nuestra Mater!

Fuente: Revista «Tuparenda», abril 2015

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