Publicado el 2016-09-28 In schoenstattianos

Rezando con Jorge Morales un último Padrenuestro eucarístico en Bellavista

CHILE, por Tita Andras y Maria Fischer •

jorge-moralesEn la Fiesta del Dulce Nombre de María, el 12 de septiembre de 2016, se realizó el funeral de Jorge Morales. Él es un señalado hijo de Schoenstatt en Bellavista, desde la primera hora de la misión de este Santuario. Es uno de los cofundadores de Schoenstatt en Chile, y compañero de ruta de Mario HHiriart.

Jorge Morales Retamal fue abogado especialista en derecho laboral, Académico en la Universidad de Chile, Director del Trabajo durante el gobierno de Patricio Aylwin, en el retorno a la democracia, miembro del consejo superior del Consejo de Defensa del Estado (CDE), cúpula integrada por 12 miembros, todos expertos en diversas áreas, y Asesor del mismo CDE hasta el final.

Su cuñado, el P. Joaquín Alliende Luco, predicó en sus funerales en Bellavista, partiendo de cada frase del Padrenuestro.

Homilía en la Eucaristía del funeral de Jorge Morales

P. Joaquín Alliende Luco

Hemos escogido el evangelio de esta Eucaristía, tomándolo del Sermón de la Montaña, en San Mateo. La liturgia de la Iglesia escogió de este evangelista las palabras del Padrenuestro.

El Abbá de Jesús, el Padre de nosotros, es el Padre de Jorge Morales Retamal… Nos duele la partida de Jorge. Pero también nos hace rezar, adorar a ese Jesús que tomó carne nuestra en la entraña de la Virgen María. Sí, este dolor que compartimos nos hunde profundamente en el Corazón Humano de la Trinidad, porque “el Verbo se hizo carne” y la carne se hizo Verbo. ¡He aquí la sola y última síntesis de humanidad y fe cristiana!

El padre José Kentenich, dentro de su carisma propio, nos recuerda que Dios palpita y nos conversa desde la historia. Jorge es un jirón muy noble de la historia de Schoenstatt en Chile. Es un chileno, es un abogado. Es el esposo de María Luisa, es muy patriarca de sus hijos y de sus nietos. Es también un contemporáneo de cambios radicales en la historia de la Iglesia, del mundo, de Chile y de Colchagua. De Doñihue y Pichilemu. De Cáhuil y de las orillas del estero Nilahue. Y del llamado “catolicismo social” de San Alberto Hurtado y del Cardenal Raúl Silva. Es uno de los cofundadores de Schoenstatt en Chile, compañero de ruta de Mario Hiriart y del P. Hernán Alessandri.

“Padre nuestro”, Jorge vivió como bautizado, y por ello, como hombre terrenal. Fraterno y cívico. Con él queremos, hoy y aquí, decir “nuestro”, pero antes, exclamar: “Padre, Abbá”, que significa padre, pero dicho con voz de niño en arameo. Vale decir: “Abbá, papacito, papá mío”.

“Santificado”, que significa “glorificado”. Santificado sea tu Nombre de Padre, porque Jorge tiene biografía de hijo, y ahora, lo es para siempre. Santificado sea tu Nombre, por habérsele regalado a María Luisa, y a cada hijo, a cada nieto, y a su bisnieta.

Glorificada sea tu Sabiduría, porque Jorge apresuró tu Reino, cuando luchó por los trabajadores de Chile, por sus sindicatos. Cuando combatió por ellos, y redactó decisivamente leyes para empoderar a obreros y empleados, después del retorno a la democracia.

Santificado sea tu Nombre, porque la escuela espiritual de José Kentenich le plasmó su biografía de bautizado, de confirmado, y la existencia eucarística y matrimonial. Gracias por el óleo santo que lo ungió antes del último combate de su fidelidad contra el Demonio.

“Venga a nosotros tu Reino”, un reino no etéreo, ni vago, ni confuso. El reino de Jorge comenzaba por María Luisa, y María Luisa, y Paula, y Jorge, y Francisca, y Pilar, y Jimena. Y por los esposos de cada uno de ellos y los hijos y los nietos, y por los vecinos de su casa, y los clientes de su oficina de abogado, y los campesinos por donde cruza el Nilahue, y su parroquia colchagüina, y su diócesis de Santiago, y la Católica Iglesia de los Papas de nuestros tiempos tan cruciales. Esto es “solidaridad de destinos”, como la llamaba José Kentenich.

“Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. La voz de Cristo se hizo más perentoria en Getsemaní, cuando la angustia estrujaba su alma, y clamó: “Abbá mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, Mt 26, Mc 14).

Ayer y hoy, hemos estado diciendo, cada uno en su propio tono de voz: “hágase tu voluntad”, porque tu voluntad es que muramos “en Cristo”, para resucitar en la felicidad del siempre en el cielo. “Hágase ahora tu voluntad”, en la partida de Jorge.

“Danos hoy nuestro pan de cada día”. ­En el desierto, el maná le duraba al pueblo de Israel una sola jornada. No se podía almacenar. Era, estrictamente, un pan cotidiano. Así también sucede con el alimento de cada hogar, porque todo hombre vive al día. Aliméntanos, Padre, hoy con tu Pan. Dale hoy a Jorge la Casa tuya del cielo. Regálasela en este Año Santo de la Misericordia.

“Perdona nuestras ofensas”. La ofensa es, ante todo, una ruptura entre dos personas, entre dos libertades capaces de quererse y regalarse cariño, o de odiarse. El pecado es un desgarro, es una ofensa al íntimo Amigo, al Padre justo y misericordioso. ¡Padre infinito, perdona hoy a Jorge todas las ofensas en contra de tu  delicada y generosa bondad.

“Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Supe que, algunas veces, Jorge se sintió ofendido por alguien. Soy testigo de que siempre perdonaba. Jorge está hoy retornando como hijo pródigo a tu divina Misericordia. ¡Padre, ahora abrázalo, abrázalo fuerte!

“Y no nos dejes caer en la tentación” de creer que Jorge ha muerto para siempre. San Juan Pablo II exclamó muchas veces: “¡La noche no tiene la última palabra. El pecado, el dolor, el llanto, la separación, la muerte… no tienen la última palabra!”

No pocos contemporáneos nuestros no logran profesar la fe en Cristo Jesús. Otros, nos dejamos arrastrar por la angustia, y se nos asfixia la esperanza. Muchos amigos de Jorge lo vimos levantarse, varonilmente, cuando caía, lo vimos corregirse e implorar tu benevolencia… ¡Señor, perdónalo ahora, en la fuerza de esta Eucaristía!

“Líbranos del mal”, del mal y del Maligno. Y ahora, en esta tierra santa de la Santísima Virgen, hoy, enjuga nuestras lágrimas, consuélanos.

“Amén”, vale decir, sí. La cruz de Cristo es la conjunción de los brazos abiertos a todos y a toda la realidad. También es la vertical de un hombre puesto de pie frente al horizonte. Es la vertical de Cristo resucitado, cuando saltó ese Domingo de su postura de sepulcro. La cruz es lo más divino sobre el cosmos y la historia. Es lo más entrañable y lo más palpitante, es la ternura del Padre para con su Hijo en el Espíritu Santo resucitador.

Jorge era cristiano, besó la cruz hasta el final. Creía y vivía en la llamada “Cruz de la Unidad”, signo glorioso que nació en esta tierra de Bellavista. Él siempre vio a Jesús con María y a María en Jesús, tal como los contemplamos en la Cruz de la Unidad. Entre ambos palpita un cáliz, con sangre y agua divinas, único manantial victorioso para siempre.

Queridos hermanos, estamos rezando con Jorge este último Padrenuestro eucarístico en Bellavista. Estamos tomando en serio una enseñanza del sacerdote que consagró esta tierra a María. Así dijo él: “Todo Schoenstatt, su pedagogía, su espiritualidad… todo, también el santuario, se nos ha dado para que podamos rezar bien el Padrenuestro”. ¡Y nos basta!

Personalmente, no conozco un texto más consolador que las líneas de un poema, dictado por José Kentenich, en el demoníaco campo de concentración de Hitler: Dachau. En pocas palabras se describe la llegada al cielo de un hijo de Dios. El hablante es un yo sincero, alguien que se siente sucio… pero viene confiado como un débil niño. La plegaria kentenijiana es esta:

“Cuando el Esposo me invite a las bodas,

y en el cielo me colme de amor;

cuando la Madre con orgullo

guíe hasta el Padre

a su hijo, que en la tierra

le causó a Él tanta alegría,

entonces mi anillo de alianza

suscitará todas mis fuerzas diciéndome:

¡ha llegado la hora de tu amor!” (Hacia el Padre, 599)

“Cuando el Esposo me invite a las bodas”, es decir, la muerte del hijo reconciliado es una fiesta de bodas.

“Cuando el Esposo me colme de amor”… entonces será cuando la Virgen María “me guíe con orgullo hacia el Padre”. ¿Con orgullo? Y Dios, hoy ¿está orgulloso de Jorge? Sí, está muy orgulloso de su pequeño hijo Jorge.

El fundador de Schoenstatt agrega algo válido para toda persona en paz con Dios… “con orgullo me guíe hacia el Padre, a mí, que en la tierra le causé a Él tanta alegría”.

Escucha bien, Jorge, te recordamos hoy, como a un viejo schoenstattiano de Bellavista. Ahora, justo cuando estás entrando a la Casa definitiva, podemos decirte: Sí, Jorge, la Mater te conduce “con orgullo al Padre”. Sí, a ti, su hijo “que le dio en la tierra tanta alegría”. Sí, Jorge, “ha llegado la hora de tu gran amor”. Amén.

Video (de SchoenstattVivo): Jorge Morales sobre Mario Hiriart

Un artículo de Jorge Morales: hijo ilustre de La Florida (schoenstatt.org 2005, fuente: Vínculo)

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