Publicado el 2010-04-18 In Año Sacerdotal

¡Padre, tu sacerdocio, nuestra alegría!

P. Alberto Eronti. Hace 100 años José Kentenich escuchó decir para él: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito…». La Providencia ha permitido que, cuando nuestra Familia de Schoenstatt celebra gozosa los 100 años de ordenación de su Fundador, la Iglesia esté sacudida por una serie de escándalos producidos por sacerdotes y obispos. Escándalos que duelen a la Iglesia, que nos duelen a nosotros y que desorientan a los «hombres de buena voluntad».


El Padre Kentenich percibió, allá por la década de los años 30, la crisis que se estaba incubando en muchos estamentos de la vida social y eclesial. Lo que él llamó «mecanicismo», la separación creciente entre fe y vida, entre el Modelo (Dios) y el modelado (el hombre), etc., produciría -decía- «una crisis de dimensiones insospechadas». Esta crisis la señaló instalada en el corazón de la Iglesia en Occidente, señalarla le significó 14 años de exilio y silencio obediente.

La crisis, decía, se manifestaría en la capacidad relacional del hombre, y la definió como «la incapacidad creciente para crear vínculos profundos, sólidos y duraderos». El sacerdote, justamente, es un hombre cuya vocación exige estar profundamente «vinculado» a Cristo, «identificado» con Cristo sacerdote. No hay identificación sin vinculación, sin una profunda comunión de vida con Jesús.

La crisis religiosa que vivimos y que es señalada con expresiones como: «laicismo», «secularización», «neo-paganismo», «marginación de Dios de la vida personal y comunitaria»…, ha tocado profundamente a los seguidores de Jesús, a hombres y mujeres laicos o consagrados. Ha tocado también al sacerdocio y algunos sacerdotes han sido heridos por la crisis.

«Un hombre de Dios» – «un sacerdote con una particular y original capacidad paternal»

P. José Kentenich - Foto: Archiv Institut Frauen von SchönstattEn este contexto la Familia de Schoenstatt celebrará jubilosamente los 100 años de la ordenación del Padre Kentenich. Sin duda que el sentimiento preponderante es el de gratitud, tanto a Dios que hizo «maravillas» en y por su elegido, como al propio Padre que, aliado a María, dejó que ella le enseñara a vivir a Cristo, de Cristo y para Cristo, única manera de ser también para los hombres. Entre las genialidades pedagógicas que desarrolló José Kentenich hemos de destacar, en el contexto del jubileo y la crisis referida, su enorme capacidad para crear vínculos. Esta capacidad lo hizo en primer lugar: «un hombre de Dios», y en segundo lugar y por eso mismo: «un sacerdote con una particular y original capacidad paternal».

Cuando decimos «capacidad paternal» o «sacerdocio paternal», estamos haciendo referencia a lo paterno y lo materno. Ambas facetas implican, de modo propio, un servicio amoroso, apasionado y desinteresado a la vida, a toda vida y, en particular, a la vida que se está haciendo, que está creciendo. Si aceptamos que para muchos la imagen sacerdotal está en situación crítica (escándalos, sacerdocio de la mujer, celibato…), también afirmamos que tenemos ante nosotros una figura, una imagen sacerdotal que se eleva como una respuesta a la crisis de identidad sacerdotal en el inicio de este nuevo milenio: un sacerdocio según el corazón de Cristo Buen Pastor, esto es, del Cristo con rasgos paternales y maternales, capaz de utilizar con absoluta espontaneidad «las dos manos de un mismo amor: firmeza (paternal) y ternura (maternal)».

Amor respetuoso, enaltecedor, dignificante…, «extremo»

Sólo personas con profundos rasgos paternales y maternales aman, protegen respetan y dignifican la vida de los hijos, sean niños, adolescentes o adultos. La respuesta a los escándalos referidos no se da sólo ni en primer lugar por la vía de la justicia, el castigo, el arrepentimiento, etc., sino que hemos de buscar una «respuesta-solución», y esta es la del amor. Amor respetuoso, enaltecedor, dignificante…, «extremo». ¡Es el amor del padre y de la madre!

Pero, y esto es de suma importancia comprenderlo, se trata de «dos modos de expresar un mismo amor», y cada «modo» tiene su originalidad. Así como los padres «significan» los dos modos de un mismo amor paternal, el sacerdote está llamado a unir en sí esos dos modos. Creemos que por aquí pasa el camino de una respuesta a la crisis, pero también expresa nuestro júbilo por la persona y el modo sacerdotal de nuestro Fundador.

De aquí una doble propuesta, a la luz del jubileo de la ordenación sacerdotal de nuestro Padre y Fundador:

Porque nos hiere y duelen las debilidades sacerdotales, hemos de crecer en el amor de expiación, el amor reparador. El Papa Benedicto XVI ha pedido a los sacerdotes de Irlanda que todos los viernes del año sean «penitenciales», esto es, vivirlos con una honda conciencia reparadora. ¿Podríamos hacer también en nuestra familia de Schoenstatt algo en esta línea?

Porque nos alegra en extremo la figura sacerdotal de nuestro Padre, queremos vivirla y anunciarla, regalarla. ¿Vivirla cómo? Vivir y anunciar «lo sacerdotal» de nuestra vocación – como sacerdotes o como laicos – en el servicio a la vida de los demás; agradecer y cuidar a los sacerdotes mediante la oración por ellos y la gratitud a ellos. La oración fortalece y sostiene, la gratitud confirma y alienta.

Será nuestra manera de decir: ¡Padre, tu sacerdocio, nuestra alegría!

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