Publicado el 2017-10-23 In Vida en alianza

Los pequeños gestos de la Mater con cada hijo que la visita

PARAGUAY, Sandra Lezcano •

Hoy mi despertador sonó tres horas antes de lo habitual. Necesitaba adelantar el trabajo en la oficina para poder salir antes e ir a Tupãrenda. Desde temprano, la pantalla del celular avisaba la cantidad de mensajes por abrir en las redes sociales. Sin duda alguna, comenzaba un día especial.

Saludé a la Mater en mi Santuario Hogar, le conté mis planes de ir temprano al trabajo para poder visitarla a la tarde en el Santuario de Tupãrenda. Le pedí que se ocupara de mis cosas y le encargué de manera especial que me ayudara para poder acceder al sacramento de la reconciliación y así poder comulgar esa tarde.

Pude terminar con lo más urgente de la agenda de este día, y salí apurada a buscar a mi madre y a una amiga que irían conmigo.

Llegamos a Tupãrenda con bastante tiempo para participar de la Santa Misa. El tablero del vehículo marcaba entonces 40°C, así que al llegar frente a la Iglesia Santa María de la Trinidad, hicimos lo mismo que los demás peregrinos, buscamos un árbol en cuya sombra refugiarnos del sol que estaba aún en su máximo esplendor.

Las sorpresas que da la Mater

Una vez que nos ubicamos, dejé a mis compañeras de viaje y me dispuse a buscar dónde era el lugar destinado a las confesiones. Me encontré entonces con una larga fila bajo los árboles que se encuentran próximos al Santuario.

Me incorporo a la fila y puedo notar que estaba pasando algo poco usual, había sólo dos sacerdotes confesando, generalmente son cuatro o cinco. Esta situación ya me daba a entender que iba a necesitar un poco de paciencia extra para lograr confesarme.

En un momento dado, me doy cuenta que uno de los sacerdotes se había retirado y quedaba sólo uno. Entonces miro el reloj, faltaban aún treinta minutos para que iniciara la tercera misa del día. Puede ser que lo logre, pensé; después de todo, yo había pedido esta mañana que la Mater me ayudara a confesar y estaba segura que lo lograría.

Pasa el tiempo y miro nuevamente el reloj, faltaban sólo 15 minutos y me pongo a contar cuantas personas estaban antes que yo en la fila, ¡eran 47! Hice los cálculos y en el mejor de los casos sólo debía esperar ¡470 minutos!

Entonces pensé: Será mejor que desista y en la semana buscaré un confesor. Todo un 18 de octubre y no podré comulgar, sin embargo, en el fondo del corazón tenía la voz de una niña molesta que reclamaba. ¡Pero cómo es posible, si yo pedí a la Mater que me ayudara con esto! Suspiré y al girar como para salir de la fila, llega una de las voluntarias y dice: «Llegó un sacerdote que puede confesar, el problema es que sólo puede hacerlo en inglés». En mi país, los idiomas oficiales son español y guaraní, por lo que no es muy usual que alguien esté confesando en otro idioma en Tupãrenda.

Miré entonces a los 47 que estaban delante mío y ninguno levantó la mano. ¡Ese era mi momento! ¡Es la Mater pensé, me está agilizando todo!

Siempre es posible volver a empezar

Me acerqué entonces al sacerdote, el Padre Reginald, se presentó y me comentó que viene de Nigeria a quedarse un tiempo con nosotros en Paraguay.

Comparto con ustedes parte de lo que me dijo de manera muy paternal durante mi confesión: Me explicó que la fecundidad en la vida espiritual se parece mucho a ejercitar el cuerpo, no se da de un día a otro, es progresivo, pero para lograr resultados hay que ser constantes.

Los primeros días costará más, a veces duele, pero cada día nos iremos sintiendo mejor, hasta que un día eso que tanto costó se transformará en un hábito, en un estilo de vida.

Habrá días que costará más que otros, me dijo, pero de eso se trata la vida, de volver a empezar las veces que sea necesario. No existe una manera fácil de vivir la vida, pero con la gracia de Dios y en alianza con la Mater siempre es posible volver a empezar.

Terminé la confesión, agradecí y me despedí del Padre y me dirigí hacia la Iglesia Santa María de la Trinidad. Al girar, me doy cuenta que ya no estaba el sacerdote y seguía la misma fila de 47 y más personas para cuando yo había terminado. Entonces miré hacia el Santuario y guiñé un ojo a la Mater y le dije: ¡Gracias! Casi pienso que te olvidaste de lo que te pedí esta mañana y en realidad lo que debí preguntarme es ¿Cuándo me has fallado? ¡Nunca! Porque la Mater es siempre fiel a su Alianza de amor conmigo.

Mientras llegaba al árbol donde nos habíamos instalado al llegar, pensaba cuántos pequeños milagros habrá hecho la Mater este día para con cada peregrino, con cada aliado suyo.

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1 Responses

  1. julia Fernández F dice:

    Bendita sea tu pureza y eternamente lo seas!! Mi mater querida,gracias, gracias infinitas gracias por tu bondad y misericordia. Por nunca dejarme sola porq te siento conmigo todos los días!!!te amo madre querida. Amén

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