Publicado el 2017-10-28 In Vida en alianza

Como tener éxito llevando a un adolescente a una semana familiar

INGLATERRA, Clare Lyddieth-Barnes •

Prepararnos para la semana familiar de este año, en muchos aspectos, fue similar a prepararnos para cualquier otra semana familiar, al menos en el Reino Unido: empacar 13 mudadas para cada hijo, bermudas y sandalias, también abrigos y suéteres, vestidos elegantes por si acaso, además de ropa adecuada para conciertos, cubos de arena y espadas al lado de las botas de goma, impermeables, 70 pañales y un cochecito de bebé con protección contra la lluvia. Seguramente mi lista podría llenar toda la revista y si bien Patty está ansiosa por un artículo, no creo que esté tampoco ¡tan desesperada!

Advertencia: el desayuno es hasta las 8:45, no hay tele, no hay Wi-Fi

Hubo una diferencia importante en nuestra preparación este año: estábamos llevando a mi sobrina de 15 años con nosotros por primera vez. Como todos sabemos, para que alguien entienda lo que es una semana familiar, hay que experimentarla pero necesitábamos darle a Holly algunas ideas sobre qué esperar.

Comenzamos con las cosas prácticas (traer una mudada formal para la última comida), luego seguimos con los problemas que conciernen más a los adolescentes (el desayuno termina a las 8.45, lo que de repente hizo que su papá casi se atragante con su té y nos desee suerte); para finalizar, cuando ya estábamos seguros de que no íbamos a hacerla cambiar de opinión, nos embarcamos en los aspectos menos comunes de una vacación familiar: “No hay tele (TV)”.

“Está bien, de todos modos no hay qué ver. Mientras tenga acceso a wi-fi y pueda hacer ‘streaks’ en Snapchat.” (A los 32 años, tal vez equivocadamente, todavía me considero de “las jóvenes”, pero ni siquiera yo entendí lo que quiso decir con eso de ¡hacer streaks!)

¿Tragedia – fe?

La razón principal que animaba a Holly a acompañarnos toda la semana fue la atrocidad ocurrida en el Manchester Arena en mayo pasado. Si bien no fue directamente afectada, Holly tenía varios amigos allí, incluyendo dos que lamentablemente perdieron a sus mamás. Ese ataque tan terrible ocurrido en nuestra ciudad estaba destinado a afectar a todos nuestros jóvenes y es obviamente comprensible que, como resultado, ellos comenzaran a cuestionar su fe. Por eso mi mamá, como tía y madrina de Holly, se tomó muy en serio el animarla a ir con nosotros a Whitby para ayudarla a sentirse más segura en su fe.

Evangelizando 101: ¡Alegría!

Durante nuestras discusiones hubo un mensaje que se me ancló: uno no evangeliza molestando a las personas o lanzándoles citas bíblicas – la mejor manera para que la gente entienda nuestra fe, es mostrándoles la alegría que ella nos brinda. En nuestro grupo, Bill nos contó una historia de una familia a quienes les preguntaron cuál era su secreto para ser felices y su respuesta fue llevar al que preguntaba hasta su santuario hogar. Liz también nos compartió que al comienzo de la semana se había tomado un momento para mirar a todos y fue testigo de la alegría, las risas y el meterse en esta atmósfera, a pesar de las dificultades y penas reales que sabía que algunos estaban atravesando en ese momento. Me vino a la mente que eso es lo que hacemos los unos por los otros – esa es una de las razones por las cuales amamos tanto las semanas familiares –, nos regalamos alegría mutuamente, la alegría de charlar y hacer bromas, la alegría del pequeño de 2 años compartiendo con la persona de 70 en el mismo juego (un juego con un bate y una pelota) y la alegría de compartir nuestra fe. Yo creo que esto es muy importante, especialmente para los adolescentes – saber que sí se puede tener amigos que piensan como tú y viven como tú. Sin duda, fue importante para nuestros schoenstattianos adolescentes.

Tal vez por esto es que nuestra familia se fue de Withby sintiéndose inmensamente exitosa. Holly estaba feliz y disfrutó = ¡trabajo hecho!

Más allá de la felicidad: ¡Trabajo hecho!

Sin embargo, todo fue más allá de la felicidad. A la hora de haber llegado, me preguntó si podía volver con nosotros el próximo año. A lo largo de la semana se le fueron ocurriendo muchas cosas inesperadas, como por ejemplo, aumentar una actuación en la noche de concursos, esa noche en la cual ella se había dirigido a mí con una vocecita de pánico: “¿Qué es esto? ¿Qué tengo que hacer?” Yo le respondí de manera espontánea: “Haz como si fueras un pato y no hagas preguntas.”  Durante la noche de cantos, al no conocer ninguna de las letras de las canciones, se sentó educadamente a tomar Malibu y Coca Cola compradas ilícitamente (beneficios de prima grande). Para cuando llegó el momento del legendario concierto de la noche final, creo que ella ya se había acostumbrado a lo inesperado y comenzó a creer que valía la pena disfrutar de cada momento, así que no importaba qué estaba planificado.

Para finalizar la semana, su amigo le escribió una tarjeta. A pesar de que era simple, casi me llevó a las lágrimas cuando Holly me la mostró: “Para la veraneante más valiente: bien hecho por haber venido voluntariamente y haberte involucrado tan bien. Espero que hayas disfrutado la semana”. Le pregunté si había disfrutado y con mucho entusiasmo me dijo: “Sí, no quiero volver a casa”. Le dije que me alegraba porque normalmente es así como todos nos sentimos siempre. – ¿Por qué querrían volver a casa? – La cuestioné: “¿Incluso sin tele?” – «Sí» – ¿Y con el wifi limitado? – «Sí, ni siquiera lo he usado». – ¡Trabajo hecho!

Cuando nos separamos para subir a los carros para volver, Holly dijo que quería volver todos los años y tengo la confianza de que tendrá una fe renovada y enfrentará este año con una visión ligeramente distinta a la que tenía antes de experimentar nuestra semana familiar. Agradezco a todos y cada uno por otra semana muy agradable y por mostrarle a Holly de que se tratan nuestras semanas familiares.

P.D. Holly logró llegar al desayuno con tiempo de sobra (¡mucho más de lo que yo conseguí a los 15!)

Fuente: MTA Magazine. La revista de las familias de Schoenstatt en Inglaterra. Otoño 2017.

Foto: IStockGettyImages, max-kegfire

Original: inglés, 16.10.2017. Traducción: Alejandra Kempff, Santa Cruz, Bolivia

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