Publicado el 2017-04-22 In Misiones

La noche de las noches: ¡Cristo ha resucitado… Verdaderamente ha resucitado!

PARAGUAY, José Argüello •

Del 11 al 16 de abril, se llevaron a cabo las Misiones Universitarias Católicas (www.muc.org.py), en doce localidades del Paraguay profundo. Luego de varios años de tareas evangelizadoras en otras localidades del país, y con la bendición del Espíritu Santo, más de un millar de jóvenes misioneros de todos los puntos cardinales del Paraguay, así como algunos que nos visitaron de otros países, fuimos a misionar una vez más en Semana Santa.

Uno de los lugares escogidos por Dios para llevar adelante su Misión, fue la localidad de Mbocayaty del Yhaguy, ubicado en la Diócesis de Cordillera, a 100 km de Asunción. Un pueblo maravilloso y hospitalario. En aquel pueblo, nos esperaba el barrio más lejano, ubicado a 9 kilómetros del centro del pueblo: San Blas.

En esta pequeña -pero antigua- urbanización, nos esperaban varias familias, quienes nos abrieron sus hogares y corazones, nos compartieron su vida, y como siempre decimos, hemos sido nosotros los misioneros los que hemos sido misionados y evangelizados. El testimonio de estas personas y familias visitadas, sus vidas compartidas, sus anhelos, su fe, han sido, sin duda, una fuerte experiencia de evangelización para nosotros mismos, que nos convertimos en misionados.

Lo más destacado de esta experiencia, se dio a partir de una pregunta que nos hemos hecho con el pequeño grupo que teníamos asignado misionar en esta compañía llamada San Blas. Veíamos que se terminaban las jornadas de misión, se acercaba el Sábado Santo y el cierre de los talleres con los niños, jóvenes y adultos y, ante la sensación de angustia por dejar de misionar, nos preguntamos: ¿qué más podemos hacer?.

La primera vez en 100 años que se celebraba la Vigilia Pascual en San Blas

Como respuesta a esta interpelación, surgió la posibilidad de celebrar una Misa… pero ¿cuál misa? ¡La más importante de todas!

Nos pusimos en contacto con el P. Pedro Kühlcke, quien con mucho gusto, accedió a regalar esta celebración eucarística.

Entre los misioneros, nos encargamos de preparar todos los detalles. Por si no saben, la vigilia pascual es una misa súper especial, desde lo litúrgico hasta lo que propiamente se vive en esta misa. Hemos “fabricado” un cirio pascual, preparamos las numerosas lecturas, conseguimos leña para el fogón pascual y el agua para la renovación de las promesas bautismales, en fin… fue previsto cada detalle.

Al finalizar la hermosa celebración eucarística, el Padre Pedro preguntó a la comunidad allí presente, por la antigüedad de la capilla de San Blas. Gran sorpresa cuando le respondieron que la capilla cumplirá 100 años de su bendición en el año 2018, y que ésta había sido la primera vez en casi 100 años que se celebraba la Vigilia Pascual.

En este momento, surgió un espontáneo y caluroso aplauso entre todos los presentes, principalmente entre los pobladores, quienes emocionados agradecían este gesto de los misioneros, y aplaudían intensamente para que fuera escuchado por los más de 1000 misioneros, por la hermosa y fecunda labor que desarrollan.

Fue de este modo, tras una simple -pero desafiante- pregunta que nos interpeló, y el movernos y salir de nuestra zona de confort, que una comunidad de más de 100 años, pudo celebrar la misa más importante, en la noche de las noches, celebrando a Jesús resucitado, el paso de la muerte a la Vida, en este pequeño pesebre llamado Capilla San Blas.

Como principal lección y testimonio, nos queda siempre desafiarnos a nosotros mismos, dar siempre un poquito (o mucho) más de lo que nos piden (Mais um pouquinho, como decía Don João Pozzobon), y ser audaces (y hasta caraduras), para darlo todo por la misión. Nunca podremos dimensionar que, aquello que para nosotros es accesible y fácil, pueda tener un impacto tan positivo en los demás.

Nos unimos en oración por los doce pueblos misionados, los más de mil misioneros que nos acompañaron en esta Semana Santa, y por los misioneros de todo el mundo, pidiendo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que por la fecundidad de nuestra labor, alcancemos a dar la vida por la misión.

Testimonio de  LUZ DÁVALOS (Misionera Universitaria)

Definitivamente, uno no vuelve a ser la misma persona después de salir a misionar. Puedo decir con toda seguridad que misionar fue, es y será siempre el mejor «Sí» que le pude haber dicho a Cristo y a la Madre. Te da un enfoque diferente de la vida y del caminar espiritual.

Llevar la palabra y la misericordia de Jesús y el amor de la Madre a la comunidad, ‘San Blas’ de Mbocajaty, en tiempo de Semana Santa, es algo que mis hermanos y yo jamás olvidaremos. Dejar la comodidad de nuestro hogar, nuestra familia, nuestra zona de confort y animarnos a decir «Sí» a esta misión, nos hizo ser partícipes e instrumentos del amor de Cristo por esa comunidad. Tuvimos la bendición que desde el primer día, el Padre ya nos acompañó llevando la unción de los enfermos a los más afligidos corporalmente de la zona, y que aparte de Rafael (nuestro guía de la zona y catequista de la capilla) apareció Don Mariano (no estaba en los planes), que en todo momento nos acompañó y nos contaba las falencias de la comunidad, haciendo que nuestra labor Misionera fuera más eficaz. Todo esto me parecía una obra divina, todo encajaba tan perfectamente.

Y lo mejor estaba por venir… Dios y la Madre quisieron derramar la gracia más grande a esta comunidad, cuando permitió que celebremos con ellos la Misa más importante de todas, la Vigilia Pascual. En ella, se renuevan las promesas bautismales, que es la renovación de fe para cada católico. Tanta fue nuestra sorpresa, cuando nos enteramos por los pobladores, que la capilla cumpliría 100 años en 2018 y que nunca habían celebrado allí la Vigilia Pascual… ¿Se imaginan? Mientras nosotros estamos acostumbrados a tener la Santa Misa y estos ritos ahí, en la esquina de nuestra casa, y que muchas veces por cosas vanas no participamos, enterarnos de esto, sin dudas, nos hizo valorar más las riquezas espirituales que tenemos cerca.

La compañía de San Blas nos enseñó a valorar más los sacramentos, de los cuales podemos ser partícipes día a día, a dar con tanto amor lo poco que se tiene, a ser amable y ponerle garra a la vida para salir adelante ante tanta adversidad, y la felicidad ante tanta simplicidad que esas enseñanzas generaron.

Sin dudas, un ‘Antes y después’ en mi vida y en la de mis hermanos.

Siempre digo que salir de misión debería de ser obligatorio para cada católico. Es increíble la felicidad qué te brinda un «Jaha pues de Misión» (Vamos de Misión). Atrévete a salir de tu zona de confort y dar un «Sí» de amor, te sorprenderás de cómo Dios te puede usar de instrumento.

¡Fui a misionar y salí misionada!

Testimonio de Hugo Rojas (Misionero Universitario)

Cuando nos enteramos, ya culminada la Vigilia Pascual, que la Capilla cumpliría 100 años, y era la primera vez que se celebraba esta misa «tan extraña», como la calificaron ellos mismos (por los momentos que tiene y que no se celebran en las demás misas), fue aún mayor nuestra impresión sobre todo lo vivido en San Blas, una pequeña y la más remota localidad del pueblo de Mbokayaty, en la cual estuvimos misionando y encontrándonos con pobres, enfermos, niños, jóvenes, adultos mayores. Vimos distintas situaciones en las que se encontraban afectadas muchos de ellos, algunos eran casos extremos.

Mi lección, y la de mis hermanos de las MUC, de esta labor fueron cuantiosos. Pudimos ofrecer una Semana Santa diferente a los pobladores, portando la presencia de Dios, señalándoles que no se encontraban solos, y que Dios y su iglesia están ligados profundamente a sus necesidades. Esto fue bendecido con la presencia del Sacerdote que nos acompañaba, quien dio la unción a los enfermos y personas mayores y fue coronado con la presencia del Padre Pedro al presidir la misa de Pascua. Sabemos que en estos días se concentra gran parte de nuestra fe, y pudimos ofrecer este sacramento tan importante pero a veces desconocido.

Vimos a familias completas acudiendo a esta experiencia de fe. Porque aunque no estén acostumbrados a ir siempre a Misa, es necesario para el católico entender y practicar el misterio de los sacramentos, conocer a Jesús, recibir su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía.

De esta manera pudimos relacionar a un Dios tangible con toda esa gente necesitada de Él, a un Dios que se vincula con nosotros y que nos ama, que se encuentra cerca y que forma parte de nosotros mismos.

 

 

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