Publicado el 2016-10-21 In Temas - Opiniones

Alianza de Misericordia

P. Óscar Saldivar, Tuparenda, Paraguay •

Publicamos la prédica que el P. Óscar Saldivar  pronunció  en la misa de 20:00 hrs en Tuparenda. Fue la misa final de los festejos del 18 de octubre. Se celebró  en la explanada de la Iglesia Santa María de la Trinidad con mucha concurrencia de personas. Luego peregrinaron todos al Santuario.

 

Queridos hermanos y hermanas;

Querida Familia de Schoenstatt:

A lo largo de este Año Santo de la Misericordia, unidos a toda la Iglesia, hemos reflexionado, meditado y contemplado el hermoso misterio de la misericordia divina. En Jesús, “rostro de la misericordia del Padre”[1], hemos contemplado este misterio que para nosotros “es fuente de alegría, de serenidad y de paz”.[2]

Sobre todo hemos intentado vivir este misterio de la misericordia de Dios; hemos intentado vivir de la misericordia de Dios  -recibiéndola en nuestras vidas- y para la misericordia de Dios -regalándola a los demás-. Hemos intentado hacer realidad el llamado del Papa Francisco a asumir la misericordia de Jesús como nuestro estilo de vida.[3]

Y hoy, en esta celebración del 18 de octubre, en esta celebración de la Alianza de Amor, queremos también celebrar y vivir la misericordia divina. ¡Cuánta misericordia nos ha hecho Dios al entregarnos a María como madre y aliada en el Santuario! ¡Cuánta misericordia hemos recibido al sellar una Alianza de Amor con María! ¡Cuántas misericordias hemos recibido de María en su Santuario! ¡Cuántos milagros de misericordia han ocurrido en este lugar santo! Sin dudar podemos decir que María se manifiesta aquí como Madre de Misericordia.

Madre de Misericordia

María se manifiesta como Madre de Misericordia para nosotros porque Ella misma ha recibido misericordia: «el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas» dice en su cántico a la misericordia divina (Lc 1, 49). María se manifiesta como Madre de Misericordia porque ha recibido en sus entrañas a la misericordia divina hecha carne: Jesucristo, su hijo y nuestro Señor. “Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne.”[4]

Sí, Ella misma como persona fue plasmada por la misericordia de Dios, de modo que Ella pueda plasmarnos a cada uno de nosotros, pueda educarnos y formarnos a imagen de Jesucristo, misericordia viva del Padre. Dios la plasmó para que Ella nos plasme. Como dice la Carta a los Efesios: «Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos» (Ef 2,10).

Por su parte, el P. José Kentenich nos dice: “Dios en su sabiduría creó a su madre. Ella no solo participa de esa misericordia de Dios, sino que en razón de su ministerio tiene la tarea de hacer llegar a los hombres esa misericordia de Dios. (…) Dios Padre y Cristo han reservado para sí el juicio sobre la humanidad; y quieren hacerles llegar a los hombres la misericordia a través de las manos de la Santísima Virgen.”[5]

Vemos así que María tiene un verdadero ministerio de misericordia en la Iglesia y en la humanidad. Lo contemplamos en el evangelio de la Visitación (Lc 1, 39-56): «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá» (Lc 1,39). Algunas traducciones del mismo texto dicen «se puso en camino».

María se pone en camino con prontitud para acompañar y ayudar a su anciana pariente Isabel (cf. Lc 1,7) que lleva ya seis meses de embarazo. Con ello nos muestra que la misericordia “se identifica con tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad”[6]; pero sobre todo, nos muestra que la misericordia se identifica con la acción concreta en favor de los demás. Sí, la misericordia siempre es concreta, como el amor de una madre.

Así, con sus obras y palabras, María testimonia la misericordia de Dios que se derrama sobre los hombres «de generación en generación» (Lc 1,50). Pero al realizar la misericordia con Isabel, María misma recibe a su vez misericordia. María se pone en camino para ayudar y acompañar a Isabel; e Isabel la proclama «bendita entre todas las mujeres» y «feliz por haber creído» en el Señor (Lc 1, 42. 45). Es entonces cuando María entona su cántico: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él  miró con bondad la pequeñez de su servidora» (Lc 1, 46b-48).

Las dos realidades van unidas: realizar misericordia y recibir misericordia.[7] Así lo enseña el mismo Jesús: «Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5,7). Así lo experimentamos nosotros cuando realizamos la misericordia ayudando con sinceridad: al dar un don, o al dar de nuestro propio tiempo y capacidades, aunque recibamos apenas una sonrisa como muestra de gratitud, experimentamos que como seres humanos necesitamos de esa sonrisa, de esa muestra de cariño y humanidad; y así, también nosotros recibimos misericordia.

Alianza de misericordia

Por eso, al renovar hoy nuestra Alianza de Amor con María, queremos renovarla como Alianza de Misericordia. Ella, que a lo largo de su vida ha recibido misericordia, nos la regala generosamente en el Santuario y en la Alianza. De hecho, nuestro Fundador dice que “nuestra Alianza de Amor es un desposorio entre la misericordia de Dios y la miseria personal”.[8] Es decir, que al sellar Alianza de Amor con María, acudimos al Santuario con nuestros dones y anhelos, pero también con nuestras necesidades, fragilidades y debilidades para ponerlas en sus manos y en su corazón.

Y así, cuando le entregamos a María nuestra fragilidad, debilidad y miseria, le permitimos a Ella que sea para nosotros Madre de Misericordia y experimentamos profundamente que la Alianza de Amor con Ella es una Alianza de Misericordia.

Estoy seguro de que muchos de nosotros podemos dar testimonio de que la Alianza de Amor con María es una de las misericordias más grandes que Dios nos hizo en la vida.

En esta Alianza de Misericordia hemos recibido en primer lugar un hogar: el corazón de María. Encontramos hogar allí donde somos aceptados incondicionalmente, donde somos comprendidos. Allí donde somos acogidos con nuestras capacidades y limitaciones, con nuestras virtudes y defectos. Allí donde podemos entregarnos totalmente sin temor. En esta Alianza de Misericordia somos transformados: de huérfanos nos convertimos en hijos de una Madre; de heridos en sanados; de solitarios en hermanos. Sobre todo volvemos a recuperar  nuestra identidad más auténtica: hijos amados del Padre. En esta Alianza de Misericordia somos enviados a entregar lo que hemos recibido: la misericordia del Padre y de Cristo por manos de María. Así nos convertimos en sus instrumentos, y con Ella hacemos cercana y concreta la misericordia de Dios.

En este día 18 de octubre, antes de la clausura del Año Santo de la Misericordia, les invito a que renovemos nuestra Alianza de Amor como Alianza de Misericordia, y que nos comprometamos a llevar esta Alianza a muchas personas, para que también ellas experimenten la cercanía del Padre Dios en sus vidas. Así contribuiremos a hacer de la misericordia el estilo de vida característico de los cristianos.

A María, Madre de Misericordia, que en sus entrañas portó la misericordia de Dios hecha carne, le pedimos que desde el Santuario nos envíe como portadores de esta Alianza de Misericordia  y como testigos de que “la misericordia de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno”.[9] Amén.

 

P. Oscar Iván Saldivar F., I.Sch.

18-de-octubre-ii[1] PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus 1.
[2] PAPA FRANCISCO, Idem 2.
[3] Cf. PAPA FRANCISCO, Idem 13.
[4] PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus 24.
[5] P. JOSÉ KENTENICH en P. WOLF (Ed.), La mirada misericordiosa del Padre. Textos escogidos del P. Kentenich (Nueva Patris, Santiago de Chile 2015), 227s.
[6] PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA  NUEVA EVANGELIZACIÓN, Las obras de misericordia corporales y espirituales (San Pablo, Buenos Aires 2015), 17.
[7] Cf. JUAN PABLO II, Dives in misericordia 14.
[8] P. JOSÉ KENTENICH en P. WOLF (Ed.), La mirada misericordiosa del Padre…, 224.
[9] PAPA FRANCISCO, Misericordiae Vultus 24.

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