Publicado el 2015-10-09 In Temas - Opiniones

La cultura de alianza en un drama del siglo XXI

Por Rafael Mota y Otávio Cesarini Ávila, JUMAS Brasil, www.jumasbrasil.com.br.

El número de refugiados que parte del norte de África y Siria, huyendo de situaciones que hieren los derechos humanos como la miseria y la guerra, llamó la atención y sensibilidad del mundo en los últimos días. La expectativa de pisar el suelo europeo, a veces interrumpida y frustrada de manera dramática: de los 71 inmigrantes muertos y abandonados en un camión en Austria al niño muerto en la playa de Turquía.

Nosotros schoenstattianos y parte de Jumas (Juventud Masculina de Schoenstatt), ¿cómo debemos colocarnos delante de estos acontecimientos? Otávio Cezarini Ávila trae para nosotros una reflexión sobre el tema. El fue de la Juventud Masculina de Ibiporã y hoy se encuentra en Curitiba, donde realiza su maestría en Comunicaciones en la Universidad Federal de Paraná, en una interfaz entre la comunicación, la cultura y las migraciones contemporáneas.


 

El Movimiento de Schoenstatt en el mundo vive una mezcla de alegría y tristeza en este inicio de setiembre. La alegría viene de nosotros mismos, con las significativas noticias de nuestros sacerdotes en el encuentro privado con Francisco, el cual reforzó el pedido que haría al mundo el próximo año: ser testimonio de misericordia. Si esta esperanza llena los corazones schoenstattianos, del otro lado de la moneda es imposible no estar de luto cuando recordamos las vidas de refugiados que escapan por las aguas de todo el mundo.

Aylan

La muerte que atrajo la mayor atención de Occidente, fue la del pequeño Aylan, sirio de 3 años, encontrado muerto en la costa marítima al sur de Turquía en los últimos dos días, irónicamente, escapando de la muerte por la guerra siria. Pero no fue sólo Aylan que perdió su futuro; su hermano, su madre y otras 2,5 mil personas –solo en el Mar Mediterráneo este año- no consiguieron llegar a tierra firme en busca de condiciones dignas de vida y de paz.

Si bien es chocante, la imagen del niño muerto en la playa, activa la solidaridad internacional por el destino de estos 300 mil humanos que se viajaron en el 2015 hasta el momento. Las preguntas sobre la “muerte de la civilización en el corredor marítimo” se alinean a la ausencia de misericordia empleado por el Estado Islámico y los muros que se levantan por la Unión Europea olvidando que solo hay una raza cuando se habla de la humanidad. Pero si hay desesperanza, la Iglesia evoca sus virtudes teologales clamando por la fe, la esperanza y la caridad y contando con la cultura del encuentro para suplir las barreras físicas y espirituales contemporáneas.

Inmigrantes y refugiados nos interpelan: la respuesta del Evangelio de la misericorida

En varias ocasiones, el Papa expresó sus sentimientos por la tragedia humanitaria. Es en su primera declaración significativa de las muertes en la isla de Lampedusa; en la crítica firme al “asesinato” que es no prestar auxilio a inmigrantes y refugiados, el Papa deja claro que para la Iglesia no existen fronteras geográficas cuando hay vidas en juego. Como de costumbre, la Iglesia celebra el 102 año o Día del Inmigrante y Refugiado, siendo que, en 2016, el tema será: “Inmigrantes y refugiados nos interpelan: la respuesta del Evangelio de la misericordia”.

Como ya se ha señalado anteriormente, la misericordia estará presente en todo este Año Santo. Familias, jóvenes, inmigrantes, sacerdotes y toda la Iglesia están invitados a reforzar este espíritu en un mundo ahora despiadado.

Y al igual que la Iglesia está cerca de la cuestión migratoria, Schoenstatt está cerca de la Iglesia, el Papa, como las fotos de nuestros asesores que mostraron con Francisco. Pero el texto, que comenzó con un hecho alentador para la Familia de Schoenstatt, se transformó en desafío cuando nos damos cuenta de estos dramas actuales.

Un Movimiento en constante movimiento

Si la realidad migratoria, especialmente la correspondiente a los refugiados nos parece lejana, basta recordar que Schoenstatt es un Movimiento en constante movimiento, que amenazado por fuerzas totalitarias emigró por todo el mundo, enraizándose, encontrándose con culturas y formando alianzas.

Como un buen hijo de la guerra, Schoenstatt atraviesa océanos y va a buscar refugio en nuevos territorios, sin olvidar sus raíces, así como los miles de refugiados que acompañamos atónitos por los periódicos. Esta internacionalización del Movimiento y la ruptura de fronteras de la Alianza hacen eco a la crítica del individualismo, tejida por el P. Kentenich, que diagnostica la atomización social al cambiar el hermano en otro por las numerosas barreras que la formación de los estados nacionales incorporaron a la modernidad.

En este sentido, Schoenstatt presenta elementos interesantes de su pedagogía como posibilidades de gestar una cultura de alianza en este mundo de diferencias. Por ejemplo, el P. Kentenich anuncia la necesidad de vínculo paterno-filial en el organismos de vinculaciones como manera de establecer relaciones respetuosas entre humanos. Esta organicidad ahora encuentra referencia con el Papa Francisco, que resalta la “ecología integral” como forma de vida que establece armonía entre los diversos elementos de nuestra “casa común”.

El Santuario Original, una casa común

Como ejemplos de esta familiaridad misericordiosa, podemos observar recientemente la lectura de la fe práctica del Movimiento de Schoenstatt de Alemania al acoger diversos refugiados en su tierra. Lo que fue anunciado por el sitio internacional de Schoenstatt, los días 22 y 23 de agosto el espacio del Santuario Original fue transformado en una verdadera “casa común” a través de un bonito Festival Internacional realizado con refugiados y religiosos. En el relato del P. Franz Widmaier, estaban a su lado “un sirio, un musulmán, con velas en la mano…”, agregando a la cultura de alianza la cultura del encuentro.

Schoenstatt, seamos claros, no deja de cumplir con su obligación como Iglesia en su finalidad de servir a los demás, pero sumándose a tantos otros organismos cristianos el Movimiento consigue redimensionar su cultura para afuera de sus muros, tornándose global no local y, sobre todo, uniendo necesidades actuales a respuestas originales: la misericordia a través de la organicidad de los vínculos humanos.

Su espíritu paterno-filial se traduce en estas nuevas formas de sociabilidad, la vida no llegará muerta a la ribera de la playa. Aylan y su familia vivirán en nosotros, al igual que otros hermanos más débiles que lo cotidiano se encarga de mostrarnos. El drama migratorio conlleva la desvalorización del propio ser humano. Schoenstatt camina con la Iglesia, que acentúa la organicidad de la vida y, especialmente en este próximo año, clama por misericordia. Desafíos que las noticias del inicio de setiembre nos traen para gestar cultura de alianza en este nuevo siglo.

¿Qué podemos hacer como Juventud Masculina?

  • Con la mano en el pulso del tiempo, leer las noticias sobre los inmigrantes y refugiados por el mundo y discutir en nuestros grupos de vida con mirada de misericordia;
  • Leer la carta del “Día del Emigrante y del Refugiado” que el Vaticano lanzará en breve;
  • Dedicar oraciones para la causa de los refugiados, pedir por el fin de la guerra y la pobreza en sus países;
  • Como actividad de grupo de vida, buscar los antepasados de cada familia y las historias de superación de posibles inmigrantes en la familia;
  • Averiguar si hay inmigrantes en la ciudad, ir a la parroquia o al Santuario, ver si hay actividades para estas personas y pensar en proyectos de acogida, como misas en diferentes idiomas o partido de fútbol con extranjeros.
Fuente: www.jumasbrasil.com.br – aliados comunicativamente

Otávio Cesarini Ávila: Tres perguntas… sobre el Schoenstatt del segundo siglo de la Alianza de Amor

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