Publicado el 2015-06-06 In schoenstattianos, Temas - Opiniones

El compromiso no es una opción

PARAGUAY, por Sebastián Acha, ex jefe de rama de la JM Secundaria en su época, fundador de Patria Querida (partido político que nació de Schoenstatt) y ex diputado nacional por dos periodos •

Desde que Schoenstatt llegó a mi vida – porque esa es la realidad, y fue en mi tierna infancia a través de las vivencias de mis padres – me fascinó la experiencia de vida y el legado de José Kentenich.

La propuesta pastoral del movimiento fue tomando forma al mismo tiempo que íbamos desarrollando nuestras vivencias, primero familiares y luego personales con mi grupo de vida, en donde el cuestionamiento principal era el aporte que el Movimiento debe hacer para la construcción del “hombre nuevo para una nueva sociedad”.

Las visiones proféticas de nuestro fundador no guardan relación con eventos sobrenaturales o representaciones abstractas que son guardadas y cultivadas por otros movimientos católicos con especial carisma y enorme devoción. La propuesta del Padre y Fundador pasa por el cambio interno, por ese “enorme espacio interior” de reflexión y trabajo, con el cultivo de la propia santidad.

Desde que somos seres sociales y nuestra acción supone un aporte a la comunidad, es imposible desligar el ideal de Schoenstatt de un profundo impacto en nuestro entorno, y que, obviamente, esa transformación debe contemplar necesariamente un aporte sustancial, permanente, sólido, a las bases de lo que llamamos un “nuevo orden” y que para ello, nuestra acción debe estar cimentada en la fe práctica en la divina providencia, es decir, debemos escuchar “las voces de nuestro tiempo”.

1452170_177031099161825_437759848_n-600x402Desde muy temprano, Schoenstatt me invitó a enfrentar este entorno de injusticias sociales que azotan al Paraguay. La vinculación al Santuario a través de la Alianza de Amor supuso para mí una necesidad insoslayable de buscar respuestas sobre las causas de esas injusticias, las bases del “desamor”, de ese pensar mecanicista que simplifica todo a una simple respuesta paraguaya como el “así nomás luego es”.

Esta representación de la mediocridad envuelta en conformismo, definitivamente supuso para mí el antivalor a vencer. Representó para mí la voz del tiempo que me gritaba muy fuerte al oído aquello que categóricamente el Padre Kentenich despreciaba y lo catalogaba como el pecado más terrible para el hombre: la deshumanización, el colectivismo, la supresión de la identidad propia y el sometimiento a los dictados sociales superficiales. Un antivalor al cual el Padre y Fundador no respondió con la huida, con la deserción, con la escisión o la fácil crítica, sino con un verdadero AQUI ESTOY, inspirado en el “Aquí estoy” de María ante el llamado del Señor.

En mi experiencia personal sentí un llamado a contribuir en la transformación de la política nacional. Me sentí atraído por el enorme desafío que supone confrontar una cultura política clientelista y prebendaria con un mensaje de autoeducación y autoconfianza para el electorado. Subir a un estrado político y decir exactamente lo contrario a lo que la gente está acostumbrada a escuchar de sus “líderes”: “Escuchen, no soy yo quien les va a solucionar los problemas, sino son ustedes mismos quienes tienen que encontrar la solución porque ustedes pueden hacerlo”. Sacrificar diez años de mi vida, mi matrimonio, mis hijos y arriesgar mi seguridad personal y la de mis seres queridos, no hubiese tenido sentido sino fuera porque todo ese esfuerzo fue una contribución al altar de nuestro Santuario.

Quizás hoy para mucha gente la forma en que se encuentra el desarrollo de dicha experiencia constituya un fracaso. Sin embargo para mí es una victoria arrolladora. Mantengo a mi familia a mi lado, tengo una esposa que me ha acompañado incondicionalmente en todos estos años, puedo salir a la calle con la frente en alto y recibo el reconocimiento de propios y extraños y finalmente, tengo a cinco hijos entre quienes los mayores hoy pueden ya comprender que el orgullo de su padre no es haber ganado la batalla sino simplemente haberla peleado. Que la salida no es correr y esconderse. Que las quejas y las críticas usuales no construyen si no van acompañadas de acciones concretas. Que nada se cambia escribiendo artículos o dando discursos. Sino que el verdadero cambio es entregarse por entero aun cuando no te crean, no te quieran, no te acepten y no te voten.

El compromiso no es una opción, es una obligación. El Padre Kentenich no fundó un movimiento de cómodos “opinólogos” o columnistas de la vida. Él fundó un movimiento de hombres y mujeres revolucionarios, críticos y proactivos basados en el amor puesto en práctica. Comprometidos con la realidad que desean cambiar. El Padre buscaba gente con convicciones que no encuentren la excusa para evitar el campo de concentración sino que pasen por allí, que no lo eviten por las miserias e injusticias que allí se vivían sino justamente que lo conozcan y lo transformen justamente por esas inmundicias que sucedían en su interior.

Schoenstatt no es un movimiento de laicos cómodos y conformistas. Schoenstatt es un movimiento de hombres y mujeres que libremente han optado por participar de la realidad que les rodea para cambiar los parámetros de conformismo y mediocridad, por excelencia y santidad. Por y para eso somos Iglesia.

Fuente: Revista JMU a beneficio de la Misión Roma, Asunción, Paraguay

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