Publicado el 2015-03-15 In José Kentenich

Cuaresma: La jornada de la semilla – Parte 4

Sarah-Leah Pimentel.

Hemos dedicado las primeras tres semanas de nuestra jornada de Cuaresma a examinar la metáfora en la que el P. Kentenich asemeja nuestra vida espiritual con una semilla y explora lo que ésta necesita para su crecimiento. Hasta ahora nuestras reflexiones han estado enfocadas en nuestra espiritualidad individual, pero las palabras del P. Kentenich son igualmente relevantes en el contexto de la espiritualidad de Schoenstatt, para nosotros como familia internacional y como un regalo a la Iglesia y a la sociedad.

 

Empecemos explorando la primera parte del texto con el que hemos estado trabajando: «Su capacidad interior [de las semillas] para germinar las impulsa a sacar adelante una espiritualidad distintiva y un apostolado universal.» (José Kentenich, 1954/55, Kentenich Reader Vol. II, p. 25).

De la misma forma en la que ya tenemos dentro de nosotros mismos los elementos necesarios para desarrollar nuestra espiritualidad, así también Schoenstatt ha puesto los cimientos que le permitirán a nuestra espiritualidad fructificar aún más abundantemente en el segundo siglo de Schoenstatt.

La Santísima Virgen ha preparado el terreno al iniciar su relación con nosotros. Ella se estableció en nuestros santuarios – santuarios filiales, santuarios-hogar, santuarios-oficina, santuarios-corazón. Su Alianza de Amor con nosotros es el primer elemento en la construcción de nuestra espiritualidad schoenstattiana. Cuando respondemos sellando nuestra alianza con ella, fortalecemos esa relación.

Nuestros santuarios ofrecen un lugar de descanso, un hogar, un espacio tranquilo para extender nuestras raíces y permitirles que se arraiguen, de manera que la planta crezca fuerte. La gracia que fluye desde este lugar donde los corazones se dan mutuamente se convierte en fuente de vida que da agua de la que otros pueden tomar fuerza. Muchas personas llegarán a nuestros santuarios en busca de paz, respuestas, amor, pero con frecuencia seremos nosotros los santuarios vivos, que caminan, escuchan y encuentran dolor, desánimo, soledad y sufrimiento por todas partes. Nuestra espiritualidad de Schoenstatt se extiende más allá de las paredes de nuestra zona de confort.

Dentro de la semilla de nuestra espiritualidad de Schoenstatt existe una rica historia de aquéllos que caminaron este sendero antes que nosotros y nos mostraron lo que significa vivir la Alianza de Amor en la vida diaria y vivirla para otros, aunque sea en los lugares más improbables, donde podríamos encontrar muerte en vez de vida – como los campos de batalla de Francia en la Primera Guerra Mundial, los campos de la muerte alemanes, las muertes en accidentes carreteros, la sangre del mártir cuya sola obediencia era a Dios y a la Santísima Virgen. Estos son quienes forjaron el camino que caminaremos pisando los rincones más oscuros de la miseria humana, aquellos que sufrieron el abandono del exilio y el dolor debilitante de la enfermedad que poco a poco consumía sus vidas. A pesar de eso, perseveraron. Ellos siguieron amando y sirviendo hasta el final.

Tantas de estas historias son oraciones vivas de encuentro, solidaridad, amor sin medida. Estamos llamados a seguir sus pasos y hacer lo mismo.

A veces sentimos que los tiempos son diferentes, y ciertamente es verdad que el camino del segundo siglo estará marcado por diferentes batallas y nuevos triunfos. Ya tenemos héroes entre nosotros, heraldos que nos muestran la manera en que Schoenstatt debería seguir viviendo su Alianza de Amor sirviendo a la Iglesia y al mundo. Las casas solidarias en Paraguay son sólo un pequeño ejemplo.

El Papa Francisco incorpora lo que ya es natural y vivo entre nosotros – un Schoenstatt que busca encontrar al hombre nuevo en la nueva playa, uno de los regalos del 31 de mayo. El Papa Francisco nos recuerda, sin embargo, que la nueva playa podría no estar donde esperamos encontrarla – en nuestras iglesias y escuelas. Con mucha frecuencia las nuevas personas a las que estamos llamados a encontrar son los desamparados, débiles, marginalizados, temerosos, que han perdido toda esperanza y que ni siquiera saben que están buscando a Dios, que han sido hechos a un lado – frecuentemente por nuestros propios hermanos y hermanas en la fe.

En este nuevo siglo, estamos llamados a plantar a Schoenstatt en la tierra nueva. Se nos anima a cultivar la planta que todavía no germina y confiar en que crecerá y rendirá abundante fruto.

Reflexión: ¿Dónde me veo dentro de la familia de Schoenstatt? ¿Cuál es mi misión en Schoenstatt? ¿A qué periferias me llama la Mater? ¿Dónde puedo vivir mi Alianza de Amor en solidaridad con otros? ¿Dónde está mi santuario viviente?

Oración: Señor Jesús, en esta cuarta semana de Cuaresma, recordamos que sólo a través de la gracia he sido salvado y que esta gracia es el regalo que me das. Enséñame a ser generoso con este don y a compartirlo con los demás. Soy afortunado de conocerte, pero hay tanta gente en mi ciudad – en mi familia – que están perdida porque no te ha encontrado. Enséñame a encontrarla con amor, sin prejuicios y a compartir alegremente lo que nos has dado. Amén.

 

Original: inglés. Traducción: Eduardo Shelley, Monterrey, México

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