Publicado el 2015-03-07 In José Kentenich

Cuaresma: La jornada de la semilla – Parte 3

Sarah-Leah Pimentel

Los eventos que han ocurrido recientemente en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, tocan una fibra sensible para iniciar nuestra reflexión en la tercera semana de Cuaresma. Unos incendios devastadores consumieron más de 4,000 hectáreas de vegetación nativa de una cadena montañosa en el extremo sur de Sudáfrica. El incendio inició inesperadamente una noche en una pequeña sección de la montaña cerca de mi casa. Tres días después, había fuego y humo denso por todas partes. Cuando los bomberos controlaron las llamas y se extinguieron las brasas, la montaña parecía un desolado paisaje lunar, y no el hogar del famoso fynbos.

Sin embargo, a pesar de la devastación, los botánicos nos recuerdan que el fynbos – la vegetación natural de esta zona – sólo se puede reproducir si se expone al fuego. Es normal que los incendios ocurran cada 10 o 15 años para permitir que la vegetación se renueve. También es una manera natural de extirpar plantas extrañas que no pertenecen a la zona y que asfixian al fynbos. Los expertos en la conservación de la naturaleza predicen que el mismo paisaje desolado estará lleno de vida en septiembre, cuando llegue la primavera.

 

«Las condiciones externas para el crecimiento son todos los tipos e intensidades de dificultades, las batallas continuas, tanto internas como externas»

 

También en nuestras vidas es la prueba de fuego la que profundiza nuestra fe y genera esperanza. Los desastres, las dificultades y el sufrimiento están frecuentemente más allá de nuestro control. Ocurren repentinamente y amenazan con cambiar por completo el paisaje de nuestras vidas. Todas esas cosas dan forma a nuestra espiritualidad, así como lo hacen los contextos religiosos, sociales y políticos en los que nos encontramos. El P. Kentenich nos recuerda que en casa vida cristiana encontraremos dificultades y tendremos batallas por pelear. Cada vida viene con su propio sufrimiento: relaciones rotas, enfermedades, dificultades financieras, batallas espirituales, batallas con nosotros mismos, desencantos de la vida, soledad… Podríamos preguntarnos ¿realmente necesitamos eso para crecer en la fe?

El sufrimiento es un llamado a reconocer nuestra debilidad

Porque somos humanos y Dios nos conoce, sabe que cuando la situación es fácil, nos olvidamos de Él. Lo olvidamos porque somos perfectamente capaces de confiar en nuestra propia fortaleza. Pero entonces, como Job, cuando se nos arrebata todo es cuando nos damos cuenta de que no somos todopoderosos. Nuestro sufrimiento es un llamado a reconocer nuestra debilidad, y es cuando buscamos a Dios, que nos fortalece. San Pablo expresa ese concepto muy bien: «Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.» (2 Cor 12:9)

Esta explicación podría implicar que Dios es cruel, egoísta y que trata de llamar nuestra atención haciéndonos sufrir. Nada podría estar más alejado de la verdad. Cuando vemos nuestro sufrimiento a la luz de la Pasión y Resurrección de Cristo, se convierte en un vehículo de esperanza, así como las cenizas grises en las montañas de Ciudad del Cabo se convertirán en tierra fértil para el magnífico espectáculo de nueva vida y esperanza en el plazo de unos cuantos meses.

El sufrimiento se transforma por la cruz

El sacerdote de nuestra parroquia explicó que nuestro sufrimiento se transforma por la cruz. Cristo sufrió en la cruz y ese sufrimiento es lo que nos trajo redención y vida eterna a todos. La muerte en el Gólgota se transformó en vida para toda la eternidad.

De manera parecida nuestro propio sufrimiento es una oportunidad de ser transformado por la gracia de Dios y también es un aliciente. Jesús sufrió inmensamente en la cruz. Murió como un ser humano, con emociones, dolores e interrogantes humanos. Jesús clamó a Dios con las palabras que usamos cuando nos sentimos completamente abandonados: «Señor mío, Señor mío ¿por qué me has abandonado?” Pero incluso cuando Él se sentía más abandonado, confiaba en el amor de Dios, como lo constatan sus últimas palabras: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Nosotros también estamos llamados a confiarnos en Dios a pesar del sufrimiento de nuestra situación actual.

La promesa de Dios: Nunca nos dará una carga que no podamos soportar

Dios no le dio una carga que no pudiera soportar. Las Escrituras nos dicen lo mismo: «Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida a fin de que puedan resistir» (1 Cor 10:13).

Reflexión: ¿Qué cruces cargo? ¿Cuáles son los fuegos que arrasan mi vida y me dejan vulnerable? ¿Cuáles son las batallas interiores de dudas, adicciones o malos hábitos con los que lucho? ¿He sido en mis dificultades capaz de confiar en que Dios me protegerá o lo culpo de las cosas que han salido mal en mi vida? ¿Busco activamente a Jesús en mis problemas o se me olvida que Él antes que yo recorrió ese camino y me lo muestra ahora?

Oración: Señor, creemos en tu promesa de que estarás ahí en nuestras pruebas y dificultades, dándonos lo que necesitamos para superar el sufrimiento y crecer en una nueva vida contigo.  «Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada. Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque Él la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio. Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el viento” (Santiago 1:2-6).

Original: Inglés. Traducción al español: Eduardo Shelley, Monterrey, México

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1 Responses

  1. pablo d'amico dice:

    que buena reflexion, profunda para transitar este Camino de la Cuaresma. Gracias !!!

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