Publicado el 2016-07-07 In Francisco - Mensaje

Una vida en salida: totalmente proyectada hacia adelante… Celebrando la fiesta de San Pedro y San Pablo con Francisco en Roma

ROMA/VATICANO, por Maria Fischer •

«Nunca me pude imaginar estar aquí», dice Mercedes MacDonough. «Aún no puedo creer estar en la Misa del Papa Francisco en San Pedro en la fiesta de San Pedro y San Pablo». Levanta con cariño y emoción su peregrina y la pequeña cruz del Señor de los Milagros de Salta, Argentina, que este día va a llevar a la habitación n° 101 en la Casa Padre Kentenich en Belmonte, la habitación «Argentina».

Es el 29 de junio, un miércoles, pero su sueño de poder participar en la audiencia general del Papa Francisco fracasó, pues este miércoles no hay, dado que el 29 de junio es la fiesta más grande del Vaticano, después de Pascua y Navidad, como nos explica el P. Simon Donnelly, de la Secretaría de Estado. Consiguió entradas para dos señoras de su anterior parroquia en Sudáfrica y para la pequeña delegación de Argentina que vino a Roma para entregar los símbolos de Argentina en Belmonte. Al entrar al Vaticano, vimos al nuevo arzobispo de La Habana (varias de las peregrinas para Cuba fueron entregadas a través del obispado de La Habana). Nos unimos a la alegría, la solemnidad, la internacionalidad de esta Misa festiva, con la entrega del palio a los nuevos arzobispos.

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Tu es Petrus…

El Papa da un mensaje claro, llama a una vida en salida, llama a superar todo tipo de cerrazón y abrirse a Jesús y a los demás, a dejarse liberar de la prisión del ego orgulloso, del ego miedoso, de abrir la Iglesia a todos…

Después de la Misa, el P. Simon Donnelly nos guía durante una breve visita por San Pedro – ¡vivida como nunca! Estamos bajo la cúpula majestuosa con esta inscripción impresionante: “Tu es Petrus….”; rezamos sobre la tumba de San Pedro. Sí, es realmente la tumba de San Pedro, contra todas las dudas de científicos y teólogos durante siglos, recordado por los peregrinos que siempre buscaron la cercanía al lugar donde descansa el primer Papa de la Iglesia. Más tarde, el P. Simon nos relata la historia del descubrimiento de la tumba de San Pedro, y que Pedro, como tantos otros mártires, vio el obelisco que ahora se encuentra en la Plaza de San Pedro… Al menos para un miembro del grupo, su imagen del Vaticano y de quienes allí trabajan cambia profundamente en este día. Al recibir su agradecimiento, el P. Simon dice con toda sencillez: ´Para esto estamos, para servir a los peregrinos…´

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Sub tuum praesidium

Al terminar la Misa, el Papa se dirige a la hermosa imagen de la Virgen, rezando el «Sub tuum praesidium» (Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios…), probablemente la oración mariana más antigua de la Iglesia. Gracias al libro del P. Alexandre Awi (“Ella es mi mamá”, Editorial Patris Chile y Argentina) sabemos que es la oración preferida del Santo Padre, y que él la reza al menos dos veces al día. Nos unimos a su oración, renovando nuestra Alianza solidaria con él y nuestro compromiso con un Schoenstatt y con una Iglesia en salida, con un corazón y una mente abiertos… en este momento y minutos más tarde, frente al altar de la «Mater Ecclesiae» en San Pedro, vinculo único con nuestro Santuario internacional «Matri Ecclesiae» en Belmonte. Vínculo y compromiso.

Lo que Francisco dice sobre la vida del apóstol, vale para nosotros, los miembros de ese Movimiento que suele llamarse «apostólico»:

Es muy bello ver la vida del apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por él que lo salvará llevándolo a su reino celestial”.

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco el 29 de junio 2016

La Palabra de Dios de esta liturgia contiene un binomio central: cierreapertura. A esta imagen podemos unir el símbolo de las llaves, que Jesús promete a Simón Pedro para que pueda abrir la entrada al Reino de los cielos, y no cerrarlo para la gente, como hacían algunos escribas y fariseos hipócritas a los que Jesús reprende (cf. Mt 23, 13).

La lectura de los Hechos de los Apóstoles (12,1-11) nos presenta tres encierros: el de Pedro en la cárcel; el de la comunidad reunida en oración; y ‒en el contexto cercano de nuestro pasaje‒ el de la casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde Pedro va a llamar después de haber sido liberado.

Con respecto a los encierros, la oración aparece como la principal vía de salida: salida de la comunidad, que corre el peligro de encerrarse en sí misma debido a la persecución y al miedo; salida para Pedro, que al comienzo de su misión que le había sido confiada por el Señor, es encarcelado por Herodes, y corre el riesgo de ser condenado a muerte. Y mientras Pedro estaba en la cárcel, «la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12,5). Y el Señor responde a la oración y le envía a su ángel para liberarlo, «arrancándolo de la mano de Herodes» (cf. v. 11). La oración, como humilde abandono en Dios y en su santa voluntad, es siempre una forma de salir de nuestros encierros personales y comunitarios. Es la gran vía de salida de los encerramientos.

También Pablo, escribiendo a Timoteo, habla de su experiencia de liberación, la salida del peligro de ser, él también, condenado a muerte; en cambio, el Señor estuvo cerca de él y le dio fuerzas para que pudiera llevar a cabo su trabajo de evangelizar a los gentiles (cf. 2 Tm 4,17). Pero Pablo habla de una «apertura» mucho mayor, hacia un horizonte infinitamente más amplio: el de la vida eterna, que le espera después de haber terminado la «carrera» terrena. Es muy bello ver la vida del Apóstol toda «en salida» gracias al Evangelio: toda proyectada hacia adelante, primero para llevar a Cristo a cuantos no le conocen, y luego para saltar, por así decirlo, en sus brazos, y ser llevado por él que lo salvará llevándolo a su reino celestial.» (cf. v. 18).

Volvamos a Pedro. El relato Evangélico (Mt 16,13-19) de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ‒como la vida de cada uno de nosotros‒ se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe. Entonces, Simón se pone en el camino ‒un camino largo y duro‒ que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: «yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague» (Lc 22,32). Es igualmente decisiva la mirada llena de compasión del Señor después de que Pedro le hubiera negado tres veces: una mirada que toca el corazón y disuelve las lágrimas de arrepentimiento (cf. Lc 22,61-62). Entonces Simón Pedro fue liberado de la prisión de su ego orgulloso, de su ego miedoso, y superó la tentación de cerrarse a la llamada de Jesús a seguirle por el camino de la cruz.

Como ya he dicho, en el contexto inmediato del pasaje de los Hechos de los Apóstoles, hay un detalle que nos puede hacer bien resaltar (cf. 12.12-17). Cuando Pedro se encuentra milagrosamente libre, fuera de la prisión de Herodes, va a la casa de la madre de Juan, por sobrenombre Marcos. Llama a la puerta, y desde dentro responde una sirvienta llamada Rode, la cual, reconociendo la voz de Pedro, en lugar de abrir la puerta, incrédula y llena de alegría corre a contárselo a su señora. El relato, que puede parecer cómico ‒y que puede dar inicio al así llamado «complejo de Rode»‒, nos hace percibir el clima de miedo en el que vivía la comunidad cristiana, que permanecía encerrada en la casa, y cerrada también a las sorpresas de Dios. Pedro llama a la puerta. «Y fíjate», hay miedo, hay alegría, «¿abrimos?, ¿no abrimos?», mientras él está corriendo peligro, pues la policía puede cogerlo. Pero el miedo nos paraliza, nos paraliza siempre, nos cierra, nos cierra a las sorpresas de Dios Este particular nos habla de la tentación que existe siempre para la Iglesia: de cerrarse en sí misma de cara a los peligros. Pero incluso aquí hay un resquicio a través del cual puede pasar a la acción de Dios: dice Lucas que en aquella casa, «había muchos reunidos en oración» (v. 12). La oración permite a la gracia abrir una vía de salida: del cerramiento a la apertura, del miedo a la valentía, de la tristeza a la alegría. Y podemos añadir: de la división a la unidad. Sí, lo decimos hoy junto a nuestros hermanos de la delegación enviada por el querido Patriarca Ecuménico Bartolomé, para participar en la fiesta de los Santos Patronos de Roma. Una fiesta de comunión para toda la Iglesia, como pone de manifiesto la presencia de los Arzobispos Metropolitanos venidos para la bendición de Palios, que les serán impuestos por mis Representantes en sus respectivas sedes.

Que los santos Pedro y Pablo intercedan por nosotros, para que podamos hacer este camino con la alegría, experimentar la acción liberadora de Dios y testimoniarla a todos.

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Libro de la celebración

Fotos del Osservatore Romano

 

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