Publicado el 2017-07-23 In Francisco - Mensaje, Iglesia - Francisco - Movimientos

El bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO, Maria Fischer •

La vida podría ser tan fácil si sólo existiera blanco y negro, bueno y malo, correcto y falso. Pero ni la vida ni el ser humano son así. Uno de los mensajes centrales del papado de Francisco es lo que dijo hoy en su mensaje antes del rezo del Ángelus: «El Señor hoy nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: ‘Estos son buenos, estos son malos’”.

Se conoce la anécdota de José Engling, cuando de niño ayudando a su madre en el jardín, al escardar el yuyo, escardaba no el yuyo sino las plantitas de hortaliza. Cuántas veces en la historia de la Iglesia, en la historia de Schoenstatt, alguien ha arrancado plantas buenas confundiéndolas con un yuyo malo… por ignorancia, falta de paciencia, falta de discernimiento, falta de misericordia, en la asiduidad de limpiar a la Iglesia, a Schoenstatt, de todo lo imperfecto, tal vez incluso, por motivos malos.

A veces, sólo por una perspectiva cerrada. Mucho de lo que comí hoy en mi plato de ensalada, mi abuelo, aquel hombre orgulloso del campo, lo llamó «yuyo».

La vida podría ser tanto más fácil con todo y todos claramente clasificables entre malo o bueno. Pero no es así, nos dice el Papa Francisco. Y a veces sólo la vida misma nos va a mostrar lo que realmente fue y es de Dios.

Y entonces Jesús nos enseña un modo diverso de mirar el campo del mundo, de observar la realidad. Estamos llamados a aprender los tiempos de Dios – que no son nuestros tiempos – y también la “mirada” de Dios: gracias al influjo benéfico de una impaciente espera, lo que era cizaña o parecía cizaña, puede convertirse en un producto bueno. Es la realidad de la conversión. ¡Es la perspectiva de la esperanza!»

Nos ayude la Virgen María a tomar de la realidad que nos circunda no solamente la suciedad y el mal, sino también el bien y lo bello; a desenmascarar las obras de Satanás, pero sobre todo a confiar en la acción de Dios que fecunda la historia».

 

Texto completo de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus, 23 de julio de 2017

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La hodierna página evangélica propone tres parábolas con las cuales Jesús habla a la multitud del Reino de Dios. Me detengo en la primera: aquella de la buena semilla y de la cizaña, que ilustra el problema del mal en el mundo y pone en evidencia la paciencia de Dios (Cfr. Mt 13,24-30.36-43). ¡Cuánta paciencia tiene Dios! También cada uno de nosotros puede decir esto: “¡Cuanta paciencia tiene Dios conmigo!”. La narración se desarrolla en un campo con dos protagonistas opuestos. De una parte el dueño del campo que representa a Dios y siembra la buena semilla; de otra parte el enemigo que representa a Satanás y siembra la mala hierba.

Con el pasar del tiempo, en medio del trigo crece también la cizaña, y ante este hecho el dueño y sus siervos tienen actitudes diversas. Los siervos quisieran intervenir arrancando la cizaña; pero el dueño, que está preocupado sobre todo por la salvación del trigo, se opone diciendo: «No, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo» (v. 29). Con esta imagen, Jesús nos dice que en este mundo el bien y el mal están tan entrelazados, que es imposible separarlos y extirpar del todo el mal. Sólo Dios puede hacer esto, y lo hará en el juicio final. Con sus ambigüedades y su carácter complejo, la situación presente es el campo de la libertad, el campo de la libertad de los cristianos, en el cual se realiza el difícil ejercicio del discernimiento entre el bien y el mal.

En este campo, se trata pues de unir, con gran confianza en Dios en su providencia, dos actitudes aparentemente contradictorias: la decisión y la paciencia. La decisión es aquella de querer ser la semilla buena, todos lo queremos, con todas sus fuerzas, y entonces tomar distancia del maligno y de sus seducciones. La paciencia significa preferir una Iglesia que es levadura en la masa, que no teme ensuciarse las manos lavando la ropa de sus hijos, más bien que una Iglesia de “puros”, que pretende juzgar antes del tiempo quién está en el Reino de Dios y quién no.

El Señor, que es la Sabiduría encarnada, hoy nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: “Estos son buenos, estos son malos”. Él nos dice que la línea de confín entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada persona, pasa por el corazón de cada uno de nosotros, es decir, somos todos pecadores. Me dan ganas de preguntarles: “Quién no es pecador levante la mano”. ¡Ninguno! Porque todos los somos, somos todos pecadores. Jesucristo, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos ha liberado de la esclavitud del pecado y nos da la gracia de caminar en una vida nueva; pero con el Bautismo nos ha dado también la Confesión, porque tenemos siempre la necesidad de ser perdonados de nuestros pecados. Mirar siempre y solamente el mal que esta fuera de nosotros, significa no querer reconocer el pecado que también está en nosotros.

Y entonces Jesús nos enseña un modo diverso de mirar el campo del mundo, de observar la realidad. Estamos llamados a aprender los tiempos de Dios – que no son nuestros tiempos – y también la “mirada” de Dios: gracias al influjo benéfico de una impaciente espera, lo que era cizaña o parecía cizaña, puede convertirse en un producto bueno. Es la realidad de la conversión. ¡Es la perspectiva de la esperanza!

Nos ayude la Virgen María a tomar de la realidad que nos circunda no solamente la suciedad y el mal, sino también el bien y lo bello; a desenmascarar las obras de Satanás, pero sobre todo a confiar en la acción de Dios que fecunda la historia.

 

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1 Responses

  1. Juan dice:

    Qué fácil es caer en el error que indica Francisco en sus palabras. Si piensas como yo eres de los míos, si no, eres mi enemigo. Que poca flexibilidad y tolerancia hacia el otro. Gracias María por este artículo y tu reflexión. En todas las familias, comunidades, grupos de cualquier condición, se excluye al supuestamente diferente en lugar de incluir. Como nos iría de bien si todos practicáramos lo que nos dice el Papa.

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