Publicado el 2016-08-05 In Iglesia - Francisco - Movimientos

Madre Teresa: Encuentro con una santa

Por Mons. Peter Wolf •

Un punto culminante del Año de la Misericordia tendrá lugar cuando el Papa Francisco canonice a la Madre Teresa de Calcuta, el próximo 4 de septiembre. Ya durante su vida muchas personas vieron en ella a una santa, y al encontrarse con ella se dieron cuenta que era algo más que una persona comprometida con una causa, o una personalidad famosa. En cualquier caso, nunca olvidaré mi encuentro con ella.

Fue durante la Jornada de los Católicos en Friburgo, Alemania, en el año 1978. Un pequeño círculo de responsables de la pastoral vocacional tuvo la idea de invitar a la Madre Teresa a Friburgo. Nos movía la esperanza de poder dirigir la conversación, una vez más, hacia el tema de la vocación. Queríamos pedirle que diera un testimonio sobre este tema a los jóvenes en la Catedral de Friburgo. A mi me correspondió la tarea de preparar la misa, lo que me dio la oportunidad de tener un encuentro personal con la Madre Teresa.

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Allí estaba ante mi, con su sari blanco y franjas azules, más pequeña de lo imaginado, muy atenta, prestaba toda su atención. De alguna forma me dio la sensación que se encontraba en oración al mismo tiempo que hablaba conmigo. Su rosario se deslizaba constantemente por sus huesudos dedos. Totalmente junto a Dios y, al mismo tiempo, totalmente junto a las personas. Con mucha alegría le conté de una joven estudiante universitaria, que me había confiado su deseo de ingresar a la comunidad fundada por ella.

Luego de conversar en la oficina, nos dirigimos a la capilla de la casa, en el centro espiritual de la Jornada de los Católicos, que en aquel entonces se encontraba en el Colegio Borromeo. Apenas vio el tabernáculo se hincó, orientada totalmente hacia ÉL, con todos sus sentidos… A continuación la acompañé por la casa, hacia la portería de la calle Schofer. Constantemente se le acercaban personas que simplemente querían tocar su hábito. Recordé la escena del Evangelio, cuando Jesús caminaba por las calles y las personas querían tocarlo.

Otro recuerdo que se me ha quedado grabado, es el encuentro de la Madre Teresa con el Cardenal Ratzinger en la sacristía de la Catedral de Friburgo, antes de la misa de la vigilia, al caer la noche. El Cardenal ya se encontraba en la sacristía en brillante color púrpura cardenalicio. Alguien la acompañó hasta allí en su sari blanco y azul, con un delgado chaleco gris sobre él. De inmediato se dirigió hacia el Cardenal, lo saludó con humildad y besó su anillo episcopal. Para mi este momento es, hasta hoy, una imagen inolvidable del encuentro entre jerarquía y carisma. A las 22.30 comenzó la misa. La Catedral de Friburgo se encontraba llena desde hacía algunas horas, y también afuera se empujaban las personas. Luego de los cantos y las lecturas, de una prédica del Cardenal Ratzinger y de una prédica del Obispo Stroba, de Polonia, le correspondió el turno a la Madre Teresa. Se dirigió hacia el micrófono, solamente con el rosario en la mano, tal como lo había hecho en el encuentro conmigo, en la oficina.

Sin preámbulos, invita a los miles de jóvenes a rezar con ella un Ave María. Luego da inicio a su testimonio. Para explicar lo que significa para ella la vocación, habla de inmediato sobre María: “el momento de la vocación de nuestra querida Señora es el momento de la acogida de Jesús en su cuerpo”. Y luego agrega: “Vocation is to belong to Jesus…“, la vocación significa pertenecer a Jesús. Luego relata simple y sencillamente lo que ella y sus hermanas realizan desde hace años en su compromiso con los más pobres entre los pobres. Todos escuchan con atención y perciben algo de su relación directa y muy estrecha con los más pobres entre los pobres. Muchos comienzan a vislumbrar algo de su pasión por Cristo en los pobres y moribundos de las calles de Calcuta, y dondequiera que los encuentre.

En esa noche me causó una impresión mayor que en la oficina. Lo mismo le sucedió a una infinidad de personas. Aquí está hablando una santa. Al mismo tiempo deja en claro que ella no desea ser nada especial. No permite ninguna diferencia: “La llamada es válida para ustedes y para mi”. “La santidad es una obligación para ti y para mi“. Todavía resuenan en mis oídos las palabras: “Holiness is not a luxury of the few, it is a simple duty for you and for me” (la santidad no es el lujo de unos pocos, sino simplemente una obligación para ti y para mi). Nuevamente deben resonar estas palabras en estos días en que el Papa Francisco canoniza a la Madre Teresa. Seis años después de su muerte ella fue beatificada por el Papa Juan Pablo II. Recién con la canonización, el 4 de septiembre, se proclamará solemnemente, después de un proceso de varios años, aquello que muchos pensaban y expresaban, tanto dentro como fuera de la Iglesia, con una unanimidad poco frecuente: la Madre Teresa es una santa.

Su vida persuadió a las personas. A muchos les parece sobrehumano todo lo que hizo y movilizó. Con motivo de su canonización se transmitirán muchas cosas acerca de ella en los distintos medios de comunicación, con impresionantes cifras y conmovedores ejemplos. Pero también se podrá ver y percibir el motivo que llevó a esta mujer a hacer todo esto, y aquello que la movía en lo más profundo.

Desearía que la canonización contribuyera a arrojar una luz sobre la verdadera motivación que ella tenía, y donde encontraba la fuerza para realizar todo lo que hizo. Lo fascinante de la Madre Teresa se encuentra en algo aun más profundo. A mi no solo me conmueve su vida comprometida; simultáneamente me fascina su espiritualidad, su herencia espiritual. Aquí encontramos a una hermana que vive desde el centro del Evangelio. Aquí hay alguien que vive la misericordia hasta el extremo. Al hacerlo, toma al pie de la letra las palabras de Jesús: “Lo que hicieron al menor de mis hermanos, me lo hicieron a mi”. Aquí vive una hermana, y entre tanto ya son cientos y miles junto con ella, que toma muy concretamente y en serio la presencia de Jesús en los pobres y la presencia del Señor en la Eucaristía.  La Madre Teresa pone de manifiesto la raíz cristiana desde donde puede surgir un supremo e incondicional compromiso con los pobres.

unity-cross-01_1En los últimos años pude descubrir nuevamente el centro y la fuente espiritual de la cual vivía la Madre Teresa y que inspira también a sus hermanas, al enterarme del motivo por el cual ella amaba tanto la Cruz de la Unidad, cruz que desde hace años ha sido muy importante en nuestro Movimiento de Schoenstatt, y que tuvo un papel especial durante nuestro centenario. La Madre Teresa encontró esta cruz en la calle, entre el barro, y no sabía nada de su historia. Nuevamente la descubrió durante una visita al Vaticano, como cruz pectoral del Arzobispo Errázuriz, en aquel entonces Secretario de la Congregación para la Vida Consagrada. La Madre Teresa le manifestó que aquella cruz era la que mejor expresaba aquello que quería realizar junto con su comunidad: como María bajo la cruz, asistir al moribundo y así encontrarse con Cristo. El Arzobispo y posterior Cardenal se encargó luego de conseguir cien de tales cruces de la unidad, para las hermanas de la comunidad de la Madre Teresa.

Quiero tomar en serio a la Madre Teresa en su muy real vida para Cristo en los pobres y en los que sufren. No los trata como un problema social, sino que en ellos honra a Cristo. Me gustaría saber que la toman en serio en aquel deseo del cual dio testimonio con frecuencia: en los pobres, saciar la sed de amor de Cristo. En cada capilla de las casas de su comunidad, a lo largo y ancho del mundo, se pueden leer las siguientes palabras junto a un crucifijo: “tengo sed”. A estas palabras quieren responder ella y sus hermanas en la adoración diaria y en su misión con los más pobres entre los pobres, en cuyo servicio gratuito se saben obligadas mediante un cuarto voto. A esta misión se sabe llamada con gran premura y urgencia, según el ejemplo de María que se puso en camino con premura, para ir a ayudar a su parienta Isabel. Lo que vive y realiza la Madre Teresa es, en el fondo, una vocación mariana. Precisamente así vive su vocación de pertenecer completamente a Cristo.

Original: alemán. Traducción: Ventura Torres, Santiago, Chile

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