Publicado el 2016-02-22 In Iglesia - Francisco - Movimientos

Francisco en mi México: Testimonios de schoenstattianos mexicanos (4)

FRANCISCO EN MEXICO, Chiapas, por Mayra Delgado de Yamallel •

¡Bendita oportunidad la que tuvimos, Mónica Guerra de Morales y yo, de asistir al Encuentro de Familias, con S.S. Francisco en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas!

Junto con otras cuatro amigas pertenecientes al Apostolado de la Cruz, llegamos a esta ciudad la noche anterior para este encuentro. Contábamos con unos boletos para el Estadio Víctor Reyna, que nos facilitó la Arquidiócesis de Monterrey.

La primera cuestión fue decidir a qué hora sería conveniente presentarnos a la mañana siguiente. El ingreso al estadio estaba marcado a las 8:00 am (el evento se estimaba que comenzara a las 4:15 pm). Una de nuestras compañeras se puso en contacto con amigas suyas que viajaban con el Padre Lomelí (Encargado de la Pastoral Familiar en Monterrey) y acordamos que lo mejor sería salir de nuestro hotel a las 4:30 am.

Iban a ser cerca de 12 horas de espera, así que nos preparamos con algo de comida, porque sabíamos que no iban a vender nada ahí adentro, mucho bloqueador, repelente ¡y muchísima emoción y entusiasmo!

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Espera ansiosa

Nos acercamos lo más que pudimos al estadio, ya que las vialidades estaban cerradas desde la noche anterior, caminamos alrededor de un kilómetro y medio y en el camino nos topamos con el P. Lomelí. La Arquidiócesis nos había facilitado unos sombreros y un paliacate (pañuelo para la cabeza) para podernos reconocer, y eso fue de mucha ayuda. Después de caminar ese tramo llegamos al estadio y nos topamos con un primer filtro. El Padre y nosotras pasamos sin problema y nos fuimos a formar a la fila que ya se había hecho desde la noche anterior. El reloj marcaba las 5:15 am. Nos formamos junto con las otras personas que venían de Monterrey. Ahí nos enteramos que algunos conocidos que llegaron minutos después que nosotros ya no lograron pasar ese primer filtro y que los estaban mandando a hacer otras filas, muy lejos del estadio. La verdad eso nos hizo sentir muy privilegiadas.

Rezamos el rosario, platicamos con gente de otros estados y defendimos nuestro lugares, porque no faltaba quien se quería brincar la fila. En fin, estábamos ansiosas de entrar al recinto y tomar el mejor lugar posible. La entrada fue a las 9.15 am, una hora después de lo estipulado. Entrar al estadio y ver la réplica de la cruz de Copoya (la original se encuentra en una colina y es la identidad de esta ciudad), la silla que ocuparía el Papa Francisco y en un costado la imagen de la Sagrada Familia, hizo que nuestro corazón brincara de emoción. Nos sentamos en las butacas, muy cerca de toda la gente de Monterrey.

Las primeras horas transcurrieron con normalidad. Había poca gente, podíamos movernos de nuestro lugar y buscar una sombra.

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Horas muy difíciles

Hubo un programa muy completo y animado durante las horas de espera. Cantos con marimba y músicos en vivo, ensayo de porras, testimonios, la clásica “ola”, pero al poco tiempo nos vinieron a avisar que no había agua en los baños. El sol comenzaba a arreciar y el agua que regalaban empezaba a escasear. ¡El estadio comenzó a llenarse muchísimo! La gente en los pasillos, parada y sentada, hacía difícil moverse. Una compañera fue a buscar a alguien de seguridad (había muy poco personal para mantener el orden) a decirle que era peligroso que hubiera gente en los pasillos, a lo que le contestó que no podían ellos hacer nada. La combinación de estos factores hizo que las últimas tres horas fueran MUY difíciles. A cada rato se pedía la ayuda de paramédicos (que difícilmente podían pasar) para sacar en camilla a gente insolada o desmayada. Por nuestra parte, empezamos a desesperarnos y a angustiarnos. El calor era insoportable y el exceso de gente hacía sentir que nos ahogábamos. ¡Pero Dios obra en todo! En ese momento, dentro del programa, estaba la adoración del Santísimo. Todas comenzamos a rezar y con la poca agua que teníamos, nos mojábamos el cuerpo. Jesús, presente en este Santísimo Sacramento, nos alivió e infundió las fuerzas necesarias para el último tirón.

Llega el helicóptero con el Papa

Y de pronto, alrededor de las 3 de la tarde anunciaron que la hora del encuentro se iba a adelantar lo más posible. Eso fue esperanzador, pero a las 3:15 pm, en el momento en que en las pantallas proyectaron la imagen del helicóptero de S.S. que de San Cristóbal ya venía para Tuxtla, como por magia ¡entró en todos los presentes una euforia inexplicable! Los miles de corazones que estábamos en este estadio olvidamos cualquier incomodidad y se comenzó a respirar una alegría imposible de explicar con palabras. ¡Ni qué decir cuando el helicóptero sobrevoló el estadio! ¡Todos brincábamos y agitábamos nuestros brazos! El helicóptero tocó tierra y en las pantallas vimos la figura del Papa descender. ¡Sabíamos que estábamos a minutos de poder verlo!

¡Bendita oportunidad de estar y sentir cerca al Papa que sonríe, que reprende, que motiva!

Al momento de vislumbrar el Papamóvil con su figura, el éxtasis fue total. Todos queríamos atrapar su mirada y, como niños que quieren alcanzar pompas de jabón, queríamos alcanzar una bendición de él.

Empezó su discurso, con un amable y amoroso “Buenas tardes”. ¡Eran maravillosas tardes! Cada palabra que él pronunció era de un Pastor “con olor a oveja”. Su mensaje, sumamente esperanzador y alentador, dirigido a las familias mexicanas y del mundo, fue escuchado con mucha atención y respeto por los miles de fieles que nos encontrábamos reunidos ahí.

Todas nosotras llevábamos nuestras intenciones. Algunas escritas, otras con fotos impresas. Cada quien quería hacerle presente al Santo Padre a nuestras familias, amigos y a toda la gente que nos encomendó una oración o petición.

Su Santidad se sabía inmerso en un pueblo marcadamente mariano. Quizás fue por eso que el evangelio que escuchamos fue el de las Bodas de Caná; y quizás también, lo que lo motivó a invitarnos a tomarnos todos de las manos y rezar juntos un Ave María…

¡Bendita oportunidad de estar y sentir cerca al Papa que sonríe, que reprende, que motiva! ¡Del Papa que ora y que pide oremos por él! ¡De aquel que cree y que nos hizo comprometernos a defender a la familia por encima de todo!

Del Papa que simplemente CAUTIVA… Y que no nos deja otra opción, más que ¡ECHARLE GANAS!

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