Publicado el 2017-11-26 In Misiones

Caá Catí, Tabor amado

ARGENTINA, María Estela Rodríguez •

María Estela Rodríguez, de Corrientes, Argentina, comparte el testimonio del cierre del tercer año de las Misiones en Caá Catí.

Decir adiós siempre es difícil, pero es parte del crecimiento. Este año la juventud del movimiento en Corrientes lo hace de manera muy especial a un pequeño pueblo que sólo supo darle su amor.

Decir Caá Catí y ver que nos brillan los ojos no es algo nuevo, incluso nos llegamos a sentir como los discípulos cuando dijeron: “Señor qué bien se está aquí, levantemos tres carpas” (Mc 9,6) pero Él siempre tiene un nuevo destino para nosotros.

Las misiones Talita Kum vieron la luz en el año 2015, y en esta tercera visita cerramos la puerta de la escuelita especial y secándonos esas lágrimas que caían, dimos las gracias aun sabiendo que con eso no bastaba.

Desde hace más de cinco meses, el equipo encargado de organizarlas viene trabajando arduamente, confiados en María y entregando todo para la conquista del futuro Santuario de Corrientes. Acompañados siempre por nuestros “papás de misión” seres con un corazón gigante, María Zulma y Gustavo Pintos, y guiados por los Padres Alejandro y Eduardo pudimos arribar la calurosa mañana del 17 de noviembre último.

“Tu santuario, nuestra misión”

La sonrisa de los alumnos y el trato siempre cordial de la directora, docentes, personal de maestranza e incluso ajenos a la institución nos hacían sentir que otra vez volvíamos a nuestro monte Tabor.

El equipo durante toda la siesta con mucho amor y alegría preparó todo para la llegada de los misioneros; llenos de expectativa y muchas ansias, esta por fin se concretó ya entrado el sol. Música, globos, papel picado, risas y abrazos diciendo “te estaba esperando” tal como reza un cartel de bienvenida en la sede del futuro santuario.

Las actividades arrancaron con la bienvenida del padre Eduardo, párroco del pueblo, la primera noche una vez planteado el lema: “Tu santuario, nuestra misión” comenzamos a vivir, sentir y aprender más sobre las gracias recibidas en el Santuario.

A la mañana siguiente por fin llegó eso que tanto ansiamos: salir a misionar. Luego de un envío, encendido por el fuego del Espíritu Santo, Caá Catí se tiñó con los colores del manto de nuestra amada Mater y en cada puerta se veía la sonrisa del dueño de casa cuando la veían a Ella, la llena de Gracia. La noche del sábado compartimos con el Padre Alejandro Blanco la adoración y la segunda gracia: transformación.

El domingo luego de almorzar en el balneario del pueblo una vez finalizada la tercera jornada de misión, compartimos en la plaza central una tarde llena de charlas, juegos y testimonios con la comunidad para pasar luego a la celebración de la Eucaristía en el club social, sede de la parroquia durante su remodelación. Al volver a la escuelita con el corazón lleno de alegría por lo vivido, nos disponíamos a descansar creyendo que ya todo había acabado, pero Jesús quien no se deja ganar en amor nos preparó un fogón, teniendo como instrumento al equipo de espiritualidad y los chicos que ayudaron, dónde comprendimos realmente quién fue misionado. Lágrimas de alegría por haber dicho que sí y testimonios de personas que atesoraremos por siempre en nuestro corazón, como Exequiel de Mendoza (Argentina) fueron el mimo al alma que tanto necesitamos.

Ya el lunes por la mañana compartimos un intercambio de gracias que sentimos con las personas que compartimos este fin de semana, sabiendo que alguien siempre nos acogió, acompañó nuestra transformación y nos enseñó a ser misioneros.

Gracias y hasta pronto

Dimos las gracias como equipo, como misioneros, como hijos, como ovejas perdidas, como niños dormidos que fueron llamados por Jesús con esas bellas palabras: Talita Kum.

Sabíamos que el regreso estaba próximo y una Él vez más nos sorprendió, permitiéndonos adorarlo antes de despedirnos.

Hoy ya hace una semana que todo empezaba a terminar y sé que voy a volver a Caá Catí, ahí está parte de mi corazón, pero espero con mucho amor también por el siguiente pueblo al que seamos enviados a sanar nuestro corazón.

A todo el pueblo de Caá Catí, a todos los que durante estos tres años nos ayudaron como María Zulma y Gustavo o el Padre Eduardo. A quienes creyeron en un grupo de jóvenes llenos de miedos. A mis hermanos de equipo, a todos y cada uno de los que dejaron su semilla, y en especial a los misioneros que dejaron todo, les doy las gracias de parte de todos los que amamos las misiones talita kum y los invito a dar su sí.

El año pasado lo escribí y quiero recordarlo:

“La vida nunca será sencilla, pero si están Cristo y su hermosa Madre a tu lado, nada te será imposible”.

Gracias.

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