Publicado el 2016-04-17 In Misiones

Val di Zoldo, una misión intensa

ITALIA, por Giorgio Romagnoli •

El P. Moreno les dio la posibilidad, a un grupo de jóvenes universitarios romanos y a sus familias, de pasar los días más intensos del año litúrgico en un valle con paisajes grandiosos, inmerso en una naturaleza en estado puro. Para que, además del aire puro, los jóvenes pudieran respirar el magnífico ambiente acogedor con el que muchos habitantes del lugar los acompañaron en las celebraciones litúrgicas.

¿Qué piensan los jóvenes?

Éramos un grupo de cincuenta personas, muchas de las cuales no se conocían mutuamente o solo se habían visto en la parroquia: niños, adolescentes, universitarios, padres, en suma ¡un conjunto muy variado! Antes de que surgieran las preguntas sobre lo que significaba, verdaderamente, “misionar”, aparecieron otras tantas pues no sabíamos lo que debíamos hacer, cómo nos podríamos relacionar con la gente de la región y cómo nos recibirían. La misión comenzó con un momento de recogimiento muy intenso. El P. Moreno y el P. Alfredo bendijeron, durante una breve celebración, las pequeñas cruces que fueron repartidas esa misma noche entre los componentes del grupo. Más que como una simple señal de reconocimiento, las sentimos como un signo de pertenencia a un grupo de verdaderos misioneros.

En los seis días de misión, llamamos a las puertas de muchos lugares de Val di Zoldo. Algunas no nos fueron abiertas por “miedo” a este numeroso grupo de jóvenes desconocidos. ¡Otras, por el contrario se abrieron de par en par para que los vecinos pudieran apreciar nuestro calor de romanos!

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Encuentro

Incluso tuvimos el placer de ser invitados a tomar algo en los hogares, de escuchar las historias de la gente, de conocer sus costumbres y la historia de esta pequeña aldea italiana. En estos pocos días, pero muy intensos, además de haber trabado amistad con los habitantes del lugar, pudimos conocer mejor a los componentes de nuestro grupo, y sobre todo, a nosotros mismos. El frío nos ayudó a estar más tiempo juntos y unidos en la oración, y especialmente esto último caldeó los corazones. Como decía San Agustín “quien canta reza dos veces”, cantamos tan fuerte que seguramente superamos el cálculo del obispo de Hipona. Las celebraciones del triduo pascual se hicieron en capillas maravillosamente adornadas, en las que predominaban las tallas en madera. Para nosotros, habituados al cemento de la capital, fue un visitar obras de arte y poder tocarlas con las manos. No faltaron, obviamente, algunos paréntesis distendidos: el famoso refrán “una bola de nieve por día aleja de nosotros al médico” [1] fue respetado: toda aquella nieve a nuestro alcance era tan invitadora que nadie se resistió.

Nuestra misión, en nombre de Dios

El día comenzaba con la oración de la mañana, muy temprano, y terminaba al final de la tarde, con un agradecimiento a María. Incluso le habíamos confiado a Ella nuestra misión, y fuimos de casa en casa con su imagen. Nos acompañó la Mater, de la que nuestro grupo es devoto. Ella estuvo cercana en todo momento. La organizadora de esta misión, en nombre de Dios, fue un faro para todos nosotros, fue impecable en la solución, tal como un pequeño Einstein, de todos los problemas que surgieron en el manejo de un grupo de cincuenta personas, nada mal para una “santa” de 24 años. Todo esto no hubiera sido posible sin la disponibilidad del P. Moreno, para el que, obviamente, va nuestro mayor y caluroso agradecimiento.

[1] Traducción literal a causa de la nieve. El refrán conocido es: “Una manzana por día aleja al médico de la casa” (NT)

 

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Original italiano. Traducción: aat, Argentina

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