Publicado el 2015-04-08 In Misiones

Misiones familiares en Peñarroya-Pueblonuevo, España

ESPAÑA, Madrid, Bárbara de Francheschi •

Peñarroya-Pueblonuevo es una localidad de Córdoba (España), en su frontera con Extremadura. Su río Guadiato riega los pies de los montes de Sierra Morena, que asoman a lo lejos, verdes en primavera. Bordean el pueblo grandes dehesas, repletas de encinas centenarias y de olivos, donde anidan perdices y todo tipo de aves que conviven en un clima casi mediterráneo, con inviernos suaves y veranos menos calurosos que en el resto de la provincia cordobesa.

La “Córdoba chica”, así llamaban a esta localidad, que desde finales del siglo XIX vio florecer una industria minera de capital hispano francés y una importante industria metalúrgica. A mediados del siglo XX, en su mayor esplendor, llegó a tener 55.000 habitantes… Hoy, sus 13.000 habitantes viven del comercio y servicios, despuntando tímidamente la agricultura y ganadería propias de la comarca.

“Salgan de sus casas, dejen su comodidad, vayan al encuentro…”

Y con ese telón de fondo, de restos de las minas a cielo abierto y edificios derruidos de lo que fue la industria en aquel lugar, se nos abrieron las puertas para las misiones familiares. Allí, en el antiguo barrio francés diseñado en aquel entonces por los ingenieros de las minas, hoy con casas abandonadas o reconstruidas, nos alojamos los 85 misioneros de todas las edades que, inquietos por responder a la llamada del Santo Padre: “Salgan de sus casas, dejen su comodidad, vayan al encuentro…” , y deseosos de vivir la Alianza entregando lo que somos y hemos heredado, convivimos con un párroco, jovencísimo y entusiasta….con ganas de renovar su parroquia y acompañar la vida de sus feligreses de la mejor de las maneras.

Llamamos a las puertas de las casas. Cuánta gente anciana, sola… con hijos mayores cesantes y nietos a su cargo… Cuánta gente sin trabajo, a la espera de no se sabe muy bien qué… con vidas sin horizonte, a la que hay que llevar un poco de alegría, reconectar con la parroquia donde antaño se centraba la vida “del Llano”, barrio en el que se encontraba la parroquia de San Miguel, a quien nosotros servíamos. Los talleres de la tarde para jóvenes, adultos o niños llenaron los locales de carácter amable y delicado. No sabían qué hacer por nosotros, no sabíamos qué hacer por ellos, y juntos construimos esos días de la Semana Santa en Peñarroya.

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Donde se vive la Alianza

Hemos aprendido que la Alianza se vive en cualquier lugar y circunstancia. La Mater no sabe de rigideces o de estructuras inamovibles. Se vive allí donde la gente quiere acercarse a Dios. No importa si asisten habitualmente a su parroquia, si pertenecen a la Hermandad de la Virgen del lugar pero no acuden a las Misas de los domingos, o si solo veneran a esa Virgen andaluza cuya devoción está tan arraigada que nadie, ni por asomo, se atrevería a darle la espalda: la Macarena, la Virgen del Rocío…

La Alianza se vive y se lleva a cada corazón abierto a la esperanza. Y eso, solo eso hemos intentado hacer con ellos….

En las calles el bullicio era imparable, por ser la Semana Santa el punto cúlmine del año litúrgico, pero sobre todo el momento del año que marca el ritmo de la diócesis para el que costaleros, penitentes y nazarenos, se venían preparando con una disciplina férrea, cargando “los pasos”, su Cristo del Buen Amor, o la Virgen de la Amargura… Impresionante las seis horas de procesión por las calles angostas del pueblo a altas horas de la noche. ¿Quién, hoy en día, se atreve a pasear por las calles a Cristo crucificado y a su Madre rota por el dolor y radiante por la esperanza de que la muerte de su Hijo no sea inútil para el hombre de todos los tiempos?

Quisimos recoger con el cáliz los problemas, la soledad, la salud y la angustia de la gente necesitada

250408-03-misiones-familiarres-esEsa es su maravillosa cultura. Su Virgen y la nuestra son la misma, solo que se visten con diferente atuendo para la ocasión. Su Cristo clavado en la cruz nos miró con ternura e inmensa tristeza pidiéndonos que le acompañáramos en cada persona del lugar necesitada de amor. Y nosotros, como María en la cruz de la unidad, quisimos recoger con el cáliz los problemas, la soledad, la salud y la angustia de la gente necesitada. Eso ofrecíamos en la oración de la noche, al aire libre y con la luna llena, frente al sagrario improvisado a la luz de las velas.

No se necesita mucho para misionar

No se necesita mucho para misionar. Desprenderse de uno mismo, olvidarse del confort al que estamos acostumbrados en las grandes ciudades, sacar lo mejor de sí mismo, los talentos recibidos, y poner a Cristo en el centro.

En estos días María se hizo presente entre nosotros.

Nos enseñó a acompañar a su Hijo, a salir al encuentro del otro. Solícita, nos mostró el camino para recorrer las calles, y en cada corazón realizó el milagro de la transformación.

Somos familia de Schoenstatt, sin apellido, ¡por un día!

Nuestras misiones tienen la particularidad de querer ser vividas con gran austeridad y mucha oración. Familias enteras con hijos de todas las edades se juntan para dar testimonio de alegría y sencillez. Al ser familias completas, se trata también de un encuentro de distintas comunidades de Schoenstatt: Liga, Federación, institutos, universitarios, profesionales, Padre, Hermana, grandes, medianos y pequeños, invitados… misioneros y misionados. También personas de diferentes lugares del país: de Madrid, Cataluña, Asturias… Está organizada por la Rama familiar, pero sin quererlo contiene una buena representación de la Familia de Schoenstatt. Y de ese modo, pensamos que si el Padre Kentenich caminara con nosotros nos diría: “todos tienen que tener cabida en Schoenstatt…” Somos familia de Schoenstatt, sin apellido, ¡por un día! Abrimos las puertas de nuestros Santuarios y salimos al encuentro de todos, con nuestra Alianza viva en el corazón. Entregamos, recibimos mucho más de lo que damos, y volvemos a casa con la sensación de una misión cumplida y de estar llenos de Dios. Nos cuesta quitarnos la cruz de misioneros colgada a nuestro cuello. El sentimiento de gratitud es inmenso, el cansancio también, pero por encima de todo, ¡merece la pena la experiencia!

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2 Responses

  1. Carolina dice:

    Quisiera saber si las personas que están separadas o con nulidad religiosa pueden ir con sus hijos a misiones?

  2. Cecilia dice:

    Misiones familiares: MISIÓN con mayúsculas. Todos, padres e hijos, juntos para llevar a la Madre que lleva a Jesús y de allí directo hacia el Padre. Oremos para que se replique esta modalidad en muchos más países. Gracias por compartir sus experiencias.

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