Publicado el 2015-05-10 In 100 casas, Alianza solidaria, schoenstattianos en red

La sonrisa de Luz: una visita a las «100 casas»

PARAGUAY, María Fischer •

Estábamos ya casi yéndonos, despidiéndonos una vez más de esta madre joven y luchadora, que apenas sabe hablar en castellano, pero al menos entiende más de nuestro idioma que nosotros de su guaraní. Entendemos el orgullo y la gratitud en sus gestos al mostrarnos su jardín, sus plantas, y sobre todo su casita, tan pequeña como limpia, pintada en color turquesa claro. Mientras, su hija Luz, una niña tímida con dificultades para mover sus pies y sus manos, solo sonríe y nos mira con sus ojos grandes. Ani llevaba ropa, alimentos y unos caramelos. Nos dirigimos al pequeño auto de Ani para seguir, y en este momento pasa lo que vale todos los esfuerzos de los últimos dos años. La pequeña Luz nos mira desde la ventana de la casa con una sonrisa tan alegre y tan feliz, que nos hace detener, sonreír y llorar de emoción…

Estamos bajo el sol de Paraguay, en un lugar fuera de Asunción, después de varios kilómetros por caminos de tierra. La casa de esta pequeña familia es una de estas 100 casas solidarias, que son la expresión visible de nuestra alianza solidaria con el Papa Francisco, nuestro regalo jubilar desde Schoenstatt.org.

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100 casas para los predilectos del Señor

No recordamos en este momento desde cual de los Santuarios fue donada esta casa, pero sí recordamos algo que expresó el P. José María, gran promotor del proyecto de las 100 casas:

«Hace 100 años, la Sma. Virgen nos regaló en una pequeña capilla abandonada en el corazón de Alemania, un santuario que sería el hogar de nuestra Familia de Schoenstatt internacional. Toda familia necesita y tiene derecho a un hogar. Así surgió esta iniciativa, estos 100 hogares para los predilectos del Señor, sus hijos más pobres, de los que aprendemos cada día a vivir el Evangelio, tal y como el Santo Padre Francisco nos lo indica con sus palabras y gestos.» Estamos en este momento con los predilectos del Señor, estamos en lo que resultó del Jubileo, estamos viviendo la fuerza plasmadora de la alianza solidaria, la estamos tocando con nuestros pies y nuestras manos. Nuestra pequeña amiga Luz sigue sonriendo desde la ventana de su casa, tiene desde muy pequeña un problema en sus pies y sus manos, no puede caminar bien, no puede usar sus manos. El 18 de octubre de 2014, cuando el equipo en torno a Ani Souberlich llevaba ropa y alimentos a las familias de las 100 casas, para celebrar el jubileo con ellos, la madre de Luz pidió a Ani si sabía cómo encontrar alguna fisioterapia para su hija y luego, la operación tan necesaria para curar el mal. Sin fisioterapia, no tendría sentido la operación. Ani logró organizar la operación, encontró una fisioterapeuta, y dos semanas después de esta visita, nos cuenta: «Nuestra niña Luz ya va por su sesión número 10 del bracito y al parecer, le quedan aún cinco más. Debe ir al médico la semana próxima. Pero la alegría es que ya puede movilizar la manito».

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Santidad diaria

Son casi 30 minutos de viaje hacia la próxima casa. Las casas no se construyen al modo de toma de terreno, por eso no están todas juntas. Hay realmente toda una red de solidaridad detrás, no solo en las donaciones, sino también aquí, en el área de construcción: personas con buenos vínculos en la Municipalidad para recibir el permiso de construir en un terreno, personas con contactos en empresas para recibir donaciones de materiales, personas que conocen gente que ayuda con las construcciones y tanto más. También hay una buena selección de familias. «Quiero que sean familias donde hay futuro, donde la casa realmente puede ser el comienzo de un desarrollo bueno. Me parte el corazón cuando veo el dolor de los niños con ambos padres alcohólicos, pero no vale construirles una casa, pues van a venderla por alcohol», dice Ani.

Llegamos, por caminos de pura aventura, a una casa mucho más grande que la anterior. Aquí vive una madre con cinco hijos adolescentes. Tres de ellos son minusválidos, postrados en cama. Los otros dos hijos toman turno en el trabajo, semana por semana, para que uno siempre esté en casa, para darles de comer, lavarlos, cambiar los pañales, lavar la ropa. «Son mis hermanos», dice aquel de los dos que está en casa cuando llegamos, un muchacho de tal vez 17 años que repite: «Son mis hermanos». Lo dice con una sonrisa auténtica. Junto a su madre, nos muestra el jardín, muy bien cuidado. «Es la señora que en la Navidad tuvo el pesebre aquí en el jardín», recuerda Ani.

Volvemos al auto, buscamos las bolsas preparadas con alimentos y ropa, y nos despedimos con la sensación de haber conocido a un santo de la vida diaria, aquí, en la periferia de Asunción, en la periferia (en el sentido de Francisco) de la sociedad, entre los «predilectos del Señor», los predilectos del Papa Francisco. Y a través de las 100 casas tenemos el privilegio de ser parte de esta realidad. «¿Somos realmente nosotros los que regalamos y ellos los que reciben?», le pregunto a Ani, mientras buscamos el camino que parece perderse en charcos enormes. «Es una alianza solidaria», contesta ella, y durante varios minutos quedamos ambas en un silencio emocionado. He viajado más de 10.000 km y he gastado todas mis vacaciones anuales para esta visita a Paraguay. Sólo por esta tarde en la que conocí tres de las 100 casas solidarias, ya mereció la pena.

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Un techo, un hogar, una familia

La tercera casa ya se ve desde la ruta principal. Dejamos el auto en el margen de la calle y caminamos hacia la casa, pasando por una pasarela frágil sobre un pequeño tanque, después entre las sogas de la ropa tendida, que muestran que aquí vive una familia numerosa. Nos esperan, al frente de su casa, una madre con sus cinco hijos, todos con una sonrisa alegre. Conocen a Ani, cierto, que no solo les ha regalado la casa hermosa que les cobija y les da un techo para vivir con dignidad como familia, sino que sigue visitándolos, regalando a cada uno de los niños su bolsa con ropa y juguetes y a la mamá unas botellas con jugo y otros alimentos. ¡Qué delicadeza!, una bolsa para cada uno, un regalo personalizado. «Conozco a los míos…». Como son tantos, me ha tocado también a mí llevar y entregar bolsas a dos de los niños. No sé si jamás vi tanta alegría y gratitud sincera en los ojos de un niño al regalarle algo sencillo. «¿Es mío, tía?», me pregunta el pequeño. «Si, es tuyo.» Al escuchar su «graaaciasssss» lo siento como dirigido a cada uno de los que forman parte de las «100 casas» en Australia, Sudáfrica, España, Suiza, Austria, Alemania, Argentina, Estados Unidos, Brasil, Chile y Paraguay.

En su próxima visita a Paraguay en julio, el Papa Francisco pasará tal vez por una ruta desde la cual se puede ver una de nuestras 100 casas. No importa que no pueda ir a visitar a estas familias que viven en ellas. Él sabe de las 100 casas y las va a bendecir, por cierto, al bendecir al Paraguay.

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Mientras redactaba esta nota, se conoció el himno oficial de la visita de Francisco a Paraguay. Serán miles que le cantarán:

«Pastor con olor a oveja
que va a las periferias
en busca de aquellos que necesitan más.
Vas mostrando con sencillez de vida
que anunciar a Cristo es amar a los demás».

Le dejé a Ani el dinero para construir siete casas más. Seguimos con las casas, «en búsqueda de aquellos que más necesitan». Gracias, Santo Padre.

 

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Paraguay
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M. Fischer
IBAN DE08400602650062268615
BIC GENODEM1DKM
Uso previsto: Un techo para cobijar
5 de abril de 2015

Fotos de la construcción de casas

October 20, 2013 – Casas solidarias 2014 – Häuser der Solidarität 2014

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1 Responses

  1. Cecilia dice:

    ¡Esto es amor! ¡Esto es amar como Jesús nos ama! ¡Por 100 casas más, y más también»

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