Publicado el 2017-10-16 In Misiones, Schoenstatt en salida

Tenemos un pedacito de Cuba muy dentro del corazón

ESPAÑA/CUBA, Iñigo Ventosa Álvarez de Estrada •

Todo empezó en el año 2014, cuando conocí al Sacerdote Bladimir Navarro, de Schoenstatt Cuba, con quien establecí una entrañable amistad. Al conocerle, nosotros estábamos esperando nuestro sexto hijo y él nos invitó a conocer su país e ir de misiones a su parroquia, como testimonio de vida familiar dentro de la iglesia, ya que nos indicó que había muy pocos matrimonios y casi ninguna pareja con más de dos niños.

Yo sentí una llamada a ir en dos sentidos: el primero por el gran cariño que le cogí al Padre Bladimir, y el segundo porque pensaba que sería una buena experiencia familiar, ya que los hijos que tengo son de 20, 18, 16, 12, 8 y 2 años. También pensé en positivo, en lo que nos une a los españoles con Cuba, como el idioma, la alegría, la música, el sentido del humor, etc.

Lógicamente hasta este año 2017, no pudimos ni planteárnoslo, debido a la llegada de José, el más pequeño de la casa, pero se nos fueron abriendo puertas de una forma extraordinaria. La más importante fue el corazón de mi mujer, que me dio el sí y mucho tuvo que ver el apoyo de Viky, el testimonio de una buena amiga, Sole y los matrimonios que fueron el año anterior. También fue muy bonito cómo a otro matrimonio de mi grupo de vida se le fue abriendo el camino y al final, pudimos ir juntos. Ellos también tienen seis hijos, todas chicas y además vinieron con una sobrina. Al pequeño de dos años, José, lo dejamos en Madrid, es muy trasto y teníamos miedo que hundiera la isla. Al final, fuimos dos matrimonios y un grupo de siete jóvenes todos juntos.

La Iglesia de Cuba me sorprendió mucho

Bueno, entrando en materia, nosotros íbamos allí un poco dejándonos sorprender, muy ilusionados y contándoles a los niños que las condiciones iban a ser extremadamente duras. La verdad, esto fue muy premeditado, ya que pensamos que es como cuando vas a ver una película de cine, si te dicen que va a ser maravillosa, normalmente no lo es tanto, en cambio si te dicen que es regular, al final ves lo positivo.

Viéndolo un poco con perspectiva, creo que este viaje nos cambió o impactó de varias formas:

Como católico y como miembro del Movimiento de Schoenstatt, la Iglesia de Cuba me sorprendió mucho, ya que no creía que fuese tan incipiente. Los católicos que conocí eran o bien los que habían luchado por mantener su fe, tras los años en que la Iglesia era perseguida en Cuba, o la gente que tenía procesos de conversión nuevos y acababa de entrar a conocer a la Iglesia. Me encantó la profunda entrega y espiritualidad de los matrimonios que conocí, así como el heroísmo de los sacerdotes y de los seminaristas, casi sin medios. Hubo momentos realmente bonitos, hicimos un retiro familiar con catorce matrimonios cubanos y enseñamos a rezar un rosario en la playa, a un grupo en el que sólo uno sabía rezarlo.

¿Cómo es posible que estén extranjeros y locales rezando juntos?

También me gustaría comentar que es real, que Schoenstatt crea realmente familia. En la playa había gente que nos observaba y nos preguntaba cómo era posible que estuviésemos todos juntos rezando, en comunidad, extranjeros y locales, ¿que éramos? Les decíamos que católicos y nos decían que iban a ir, en su pueblo, a la iglesia a conocerla.

También me encantó lo profundamente marianos que son los cubanos y los sentimientos tan fuertes que tienen por la Virgen, gracias a su Advocación por la Virgen de la Caridad del Cobre. ¡Cuánto nos parecemos españoles y cubanos tan vinculados a la Virgen! Hicimos muy buenos amigos que esperamos poder conservar y sobre todo nos llevamos su alegría, cariño y espiritualidad.

Mi impresión sobre la Iglesia cubana es que se trata de una pequeña planta que está volviendo a germinar, pero que necesita nuestro mimo, cariño y apoyo para crecer.

Al pasar privaciones, valoras mucho más lo que tienes

Como padre, el ver a tus hijos desenvolverse en misiones, en campamentos, con niños, con enfermos, ayudándoles, enseñándoles y haciendo buenos amigos, en un entorno totalmente ajeno al que se mueven ellos, me llenó de orgullo, y cuando vuelvo a recordar, me sigo emocionando. Es gracioso que este sentimiento paternal, surgió también hacia los jóvenes que nos acompañaban, el estar allí por si alguno tenía un problema, intentar solucionárselo, y también con los jóvenes que conocí allí. Se dio el caso de una epidemia de conjuntivitis, que afectó a mucha gente de la provincia, y no había suministro de medicinas. Una de las jóvenes que nos acompañaba la contrajo en un pueblecito cercano a donde estábamos nosotros y fuimos a recogerla, nos ocupamos de ella los dos matrimonios, localizamos medicinas para su cura. Quizás esto parezca muy sencillo en Europa, pero allí que no hay suministro de medicinas, casi no hay coches y en la ciudad te mueves en coche de caballos o en bicicleta, todo es complicado.

Desde una perspectiva familiar global, nos unió más como familia al tener un proyecto común, al tener una experiencia en conjunto, con un montón de vivencias muy fuertes y de nuevos amigos, en muchos casos comunes. También al pasar privaciones todos juntos, valoras mucho más lo que tienes, la verdad es que no me esperaba que en Cuba no hubiese prácticamente nada.

No podemos saber si cumplimos las expectativas del Padre Bladimir, tampoco si nuestro paso por Cuba, ayudó a sembrar un poco más el amor de Dios. Nosotros somos meros instrumentos de la Mater y lo hicimos lo mejor que pudimos. Pero ya una vez en Madrid, cuando pregunté a mis hijos si volverían, todos me dijeron que sí. Lo que está claro es que este viaje nos abrió mucho el corazón a nosotros y que tenemos un pedacito de Cuba muy dentro del corazón.

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