Audiencia Jubilar: Cultura del encuentro es cultura de alianza que crea solidaridad

Mensaje del Papa Francisco al Movimiento Apostólico de Schoenstatt

25.10.2014

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El 25 de octubre, unos 7000 miembros y allegados al Movimiento Apostólico de Schoenstatt se reunieron en Roma para culminar la celebración de los 100 años de la Alianza de Amor con un encuentro con el Santo Padre Francisco, pidiéndole el envío misionero, al servicio de la Iglesia y su misión. El encuentro con el Santo Padre Francisco se llevó a cabo a estilo de diálogo. Las preguntas, presentadas por miembros del Movimiento, fueron en base a los cinco campos estratégicos del apostolado de Schoenstatt descubiertos y definidos en la Conferencia 2014 celebrada en febrero de 2009 con la participación de representantes de 33 países. Los proyectos apostólicos en estos cinco campos: familia, juventud, pedagogía, nuevo orden social, Iglesia, que formaron parte esencial de las celebraciones del Jubileo 2014, tienen algo de diálogo sobre los signos de los tiempos y sobre los desafíos del hombre de nuestra época, siendo un diálogo desde los «hechos». Muestran la vida real y no sólo la especulación teórica, lo que le imprime más fuerza y poder de convicción. A fin de centrarse en el mensaje de Francisco, las preguntas originales fueron condensadas a lo esencial de cada una de ellas.
El texto se ofrece también gráficamente preparado para el estudio en formato pdf  y como libro, editado por  Nueva Patris, Chile

 

En la forma de un diálogo franco y directo, el Santo Padre nos muestra su visión y expectativas sobre los temas en torno a los que se articuló el intercambio sobre las experiencias y proyectos pastorales durante las celebraciones jubilares en el lugar de Schoenstatt: Lo familiar, lo pedagógico, la evangelización de la juventud, lo eclesial y el nuevo orden social. Es el mensaje del Santo Padre a un movimiento eclesial de renovación en un momento de gracias como es el del jubileo fundacional y en esta hora de la Iglesia. El valor del mismo se entiende en su calado más profundo cuando se le ve dentro de la vivencia que supuso dicha audiencia y que refleja una experiencia de la Iglesia que anheló, y por la que trabajó y se entregó nuestro Fundador, el P. Kentenich, una Iglesia realmente familia, no solo en el espíritu sino también en sus formas y actitudes.

P. José María García Sepúlveda (prólogo del libro)

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Curar heridas, recuperar y acompañar a la familia

FAMILIA: Ante los desafíos de la familia actual, le pidieron al Santo Padre Francisco consejos para acompañar aún mejor a novios, matrimonios y familias.


Dentro del problema que ustedes tocan para hacer las preguntas, hay una cosa muy triste, muy dolorosa. Pienso que la familia cristiana, la familia, el matrimonio, nunca fue tan atacado como ahora. Atacado directamente o atacado de hecho. Puede ser que me equivoque. Los historiadores de la Iglesia sabrán decirnos, pero que la familia está golpeada, que a la familia se la golpea, y a la familia se la bastardea como si fuera una manera más de asociación, pero se puede llamar familia a todo, ¿no?
Además, cuánta familia herida, cuánto matrimonio deshecho, cuánto relativismo en la concepción del sacramento del matrimonio. En su momento, ya sea desde el punto de vista sociológico, que se ve, desde el punto de vista de los valores humanos, como desde el punto de vista del sacramento católico, del sacramento cristiano, una crisis de la familia. Crisis porque le pegan de todos lados y queda muy herida.

Entonces, no queda otro camino que hacer algo. Entonces tu pregunta, ¿qué podemos hacer? Sí, podemos hacer buenos discursos, declaraciones de principios, a veces hay que hacerlos, ¿no es cierto? Con las ideas claras: Miren esto que ustedes están proponiendo no es matrimonio, es una asociación, pero no es matrimonio. O sea, a veces hay que decir cosas muy claras, y eso hay que decirlo. Pero la pastoral de ayuda solamente en este caso tiene que ser cuerpo a cuerpo. O sea, acompañar. Y esto significa perder el tiempo. El gran maestro de perder el tiempo es Jesús, ¿no? Ha perdido el tiempo acompañando, para hacer madurar las conciencias, para curar heridas, para enseñar. Acompañar ese hacer camino juntos.

Evidentemente que se ha devaluado el sacramento del matrimonio y del sacramento inconscientemente se fue pasando al rito. La reducción del sacramento al rito. Entonces se da que el sacramento es un hecho social, sí, con lo religioso, ¿no es cierto?, bautizados, pero lo fuerte es lo social. Cuántas veces he encontrado aquí, en la vida pastoral, gente que no se casa. Están conviviendo: ¿por qué no te casás? No, es que… hacer la fiesta, esto, no tenemos dinero. Entonces lo social cubre lo principal, que es la unión con Dios.

En Buenos Aires me acuerdo que unos curas me dieron la idea de hacer el matrimonio a cualquier hora. Porque normalmente se hace un jueves, un viernes, el matrimonio civil, y el sábado el matrimonio sacramental. Y obviamente no podían hacer frente a los dos actos porque siempre hay algún festejo en el primero. Entonces estos curas, muy pastores, para ayudar a esto: “a la hora que quieran”. Terminaba la ceremonia civil, pasaban por la parroquia, matrimonio eclesiástico, o sea, es un ejemplo de facilitar, facilitar la preparación. No se puede preparar novios al matrimonio con dos encuentros, con dos conferencias. Eso es un pecado de omisión de nosotros, los pastores y los laicos que realmente estamos interesados en salvar a la familia.

La preparación al matrimonio tiene que venir de muy lejos. Acompañar novios. Acompañar, pero siempre cuerpo a cuerpo y preparar. Saber qué es lo que van a hacer. Muchos no saben lo que hacen, y se casan sin saber qué significa, las condiciones, qué prometen. Sí, sí, todo está bien, pero no han tomado conciencia de que es para siempre. Y a esto, agregale esta cultura de lo provisorio que estamos viviendo, no sólo en la familia, sino también ente los curas.

Me decía un obispo que se le presentó un muchacho excelente, que quería ser cura pero no más por diez años y después volver… Es la cultura del provisorio. Es a tiempo. El “para siempre” es como que se olvida. Hay que recuperar muchas cosas en la familia herida de hoy día. Muchas cosas. Pero no escandalizarse de nada de lo que sucede en la familia: dramas familiares, destrucciones de familias, los chicos. En el Sínodo un obispo se hizo esta pregunta: ¿somos conscientes los pastores de lo que sufre un chico cuando los papás se separan? Son las primeras víctimas. Entonces, ¿cómo acompañar a los chicos; cómo ayudar para que los padres que se separan que no usen de rehenes a los chicos?

Cuántas psicologías pseudo patológicas de gente que destruye con la lengua a los demás vienen de haber sido educados del papá hablando mal de la mamá y de la mamá hablando mal del papá. Son cosas que hay que acercarse a cada familia, acompañar, o sea, que tengan conciencia de lo que hacen. Y hay situaciones variadas hoy día. No se casan, se quedan en su casa, tienen su novio o su novia pero no se casan. Una mamá me decía: ¿Padre, qué puedo hacer para que mi hijo que tiene 32 años se case? Bueno, primero que tenga novia, señora. Sí, sí, tiene novia pero no se casa. Y bueno, señora, si tiene novia y no se casa, no le planche más las camisas, a ver si así se anima ¿no?
Es decir, cuántos hay que no se casan, conviven totalmente o -como yo he visto en mi misma familia- convivencias part time. De lunes a jueves con mi novia y de viernes a domingo con mi familia. O sea, son nuevas formas totalmente destructivas, limitadoras de la grandeza del amor del matrimonio.

Y como eso vemos tanto, convivencias, separaciones, divorcios, por eso la clave que puede ayudar es “cuerpo a cuerpo” acompañando, no haciendo proselitismo, porque eso no resulta. Acompañarlos. Paciencia, paciencia. Una palabra hoy, una actitud mañana. Les sugiero eso.

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Es madre. María es la que ayuda a bajar a Jesús. En el abajamiento de Jesús. Lo trae del cielo a convivir con nosotros.

2 – PEDAGOGíA: Aludiendo al gran amor del Papa Francisco por la Virgen María, le pidieron que les hablara de su visión sobre la misión de María en la Nueva Evangelización y en la renovación de la Iglesia.

“Verdaderamente María es la que sabe transformar una cueva de animales en casa de Jesús con unos pocos trapos y una montaña de ternura. Y es capaz también de hacer saltar a un chico en el seno de su madre, como escuchamos en el Evangelio. Ella es capaz de darnos la alegría de Jesús. María es fundamentalmente Madre. Bueno, sí, parece que Madre es poca cosa, ¿no?, María es Reina, es Señora. No, paremos un momento: María es Madre. ¿Por qué? Porque te trajo a Jesús.

Voy a contar una anécdota muy dolorosa para mí. Habrá sido por los años 80. En Bélgica, había ido por una reunión donde había católicos buenos, trabajadores. Y me invitó a cenar un matrimonio, con varios hijos, católico, pero que eran profesores de teología y estudiaban mucho. Y de tanto estudiar, tenían un poquito de fiebre en la cabeza. Y entonces, en un momento de la conversación, hablaban de Jesús. Muy bien. Verdaderamente una teología, una cristología muy bien hecha. Y al terminar me dicen: “y bueno, nosotros ya conociendo a Jesús así, no necesitamos a María, por eso no tenemos devoción mariana”. Yo me quedé helado, me quedé triste, mal. Cómo el demonio bajo una forma de “mejor”, quita lo mejor. Pablo dice que nos tienta bajo ángel de luz. Y es una Madre, una María sin maternidad. María es Madre. Primero. No se puede concebir ningún otro título de María que no sea “la Madre”.

Ella es Madre porque engendra a Jesús y nos ayuda con la fuerza del Espíritu Santo a que Jesús nazca y crezca en nosotros. Es la que continuamente nos está dando vida. Es Madre de la Iglesia. Es maternidad.

No tenemos derecho – y si lo hacemos estamos equivocados – a tener psicología de huérfanos. O sea, el cristiano no tiene derecho “a ser huérfano”. Tiene Madre. Tenemos Madre.

Un anciano predicador con mucha “chispa”, hablando sobre esto de psicología de huérfanos terminó su sermón diciendo: “¡Bueno, y el que no quiera a María como Madre la va a tener como suegra!”.

Madre. Una Madre que no sólo nos da la vida sino que nos educa en la fe. Es distinto buscar crecer en la fe sin la ayuda de María. Es otra cosa. Es como crecer en la fe, sí, en la Iglesia, pero en la Iglesia orfanato. Una Iglesia sin María es un orfanato. Entonces Ella educa, nos hace crecer, nos acompaña, toca las conciencias. Cómo sabe tocar las conciencias, para el arrepentimiento.

A mí me gusta, todavía ahora lo hago cuando tengo un rato de tiempo, leer las historias de San Alfonso María de Ligorio. Son cosas de otro tiempo, el modo de redactar, pero son verdad. Cuenta después de cada capítulo, una historia edificante de cómo María…

En el sur de Italia, no sé si en Calabria o en Sicilia, está la devoción a la Virgen de los mandarinos. En una zona donde hay mucha mandarina. Y son devotos de la Virgen de los mandarinos los granujas, los ladrones, estos son devotos. Y cuentan que la Virgen de los mandarinos los quiere, y le rezan porque cuando lleguen al cielo, Ella está mirando la cola de la gente que llega, y cuando los ve a algunos de ellos “les hace así” con la mano y les dice que no pasen, que se escondan. Y a la noche, cuando está todo oscuro y no está San Pedro, les abre la puerta.

O sea, es una manera muy folclórica y muy popular de una verdad muy grande. De una teología muy grande. Una Madre cuida a su hijo hasta el fin y trata de salvarle la vida hasta el fin.

De ahí la tesis de San Alfonso María de Ligorio que un devoto de María no se condena. Pero esa es la última instancia. O sea, durante toda la vida sabe tocar las conciencias. Sabe tocar las conciencias. Te acompaña en eso. Nos ayuda. María es la que ayuda a bajar a Jesús, en el abajamiento de Jesús. Lo trae del cielo a convivir con nosotros. Y es la que mira, cuida, avisa, está.

Y hay una cosa que a mí me llega mucho. La primera antífona mariana de Occidente es copiada de una de Oriente que dice “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios”. Es la primera, la más antigua de Occidente. Pero eso viene de una tradición vieja, que los místicos rusos, los monjes rusos explicitan así: en el momento, en los momentos de turbulencia espiritual, no queda otra que acogerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Es la que protege, la que defiende. Acordémonos del Apocalipsis, la que sale con el chico en brazos corriendo para que el dragón no devore al chico. Por más que conozcamos a Jesús, nadie puede decir que es tan maduro como para prescindir de María. Nadie puede prescindir de su madre.

Nosotros los argentinos, cuando encontramos a una persona que tiene huellas de maldad o de mal comportamiento, un poco por carencia de cariño de su madre, porque no la quiere, o porque ella la abandonó, tenemos una palabra fuerte, que no es mala palabra, es un adjetivo fuerte, y le decimos: esta persona es un “huacho”.

El cristiano no puede “ahuacharse” porque tiene a María como Madre.

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Testimonio, Misión, Oración

3 – JUVENTUD: Motivado por el espíritu misionero que vive en la juventud de Schoenstatt de todos los países, le pidieron al Santo Padre que los aconsejara cómo invitar a otros jóvenes a compartir una vida más plena con Cristo.


Parto de una frase de Papa Benedicto XVI. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción… La atracción la da el testimonio. Consejo primero: testimonio. O sea, vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir. Como nosotros. Testimonio. No hay otro. No hay otro.

Vivir de tal manera que otros se interesen en preguntar ¿por qué? El testimonio. El camino del testimonio. Que de eso no hay nada que lo supla. Testimonio en todo. Nosotros no somos salvadores de nadie. Somos transmisores de alguien que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida en nuestra carne, en nuestra historia, la vida de ese alguien que se llama Jesús. O sea testimonio. Testimonio.

Y esto no sólo en las obras de caridad. Por supuesto hay que hacerlas porque el protocolo con el cual nos van a juzgar a todos está en Mateo 25 ¿no cierto? Bueno entonces sí, testimonio en las obras de caridad, etc. ¿No? En el trabajo de promoción, de educación, de hacer cosas por los demás.

No sólo eso no. Sino testimonio de vida. ¿Cómo vivo yo? ¿Tengo doble vida? Es decir ¿me proclamo cristiano y vivo como pagano? La mundanidad espiritual, el espíritu del mundo que Jesús condena tanto. Basta leer el Evangelio de Juan, como es repetitivo en eso.

¿Yo lo comparto más o menos con mi fe cristiana? ¿Mitad y mitad? El testimonio te tiene que agarrar todo. ¿No? Es una opción de vida. O sea, perdón, yo testimonio porque esa es la consecuencia de una opción de vida. Así es que eso es el primer paso. Sin testimonio no podés ayudar a ningún joven ni a ningún viejo. ¡A nadie! Y, evidentemente que todos flaqueamos, que todos somos débiles, que todos tenemos problemas y no siempre damos un buen testimonio. Pero la capacidad de humillarnos dentro, la capacidad de pedir perdón cuando nuestro testimonio no es el que debe ser.

Y un testimonio que también tenga dentro la capacidad de movernos, de hacernos salir, de ir en misión, que no es ir a hacer proselitismo. Es ir a ayudar, a compartir, y que vean cómo lo hacemos y qué hacemos.

Yo me repito mucho en esto. Una Iglesia que no sale es una Iglesia “de exquisitos”. Un movimiento eclesial que no sale en misión, es un movimiento “de exquisitos”. Y a lo más, en vez de ir a buscar ovejas para traer, o ayudar o dar testimonio, se dedican al grupito, a peinar ovejas. ¿No? Son peluqueros espirituales. ¿No? Eso no va.

O sea salir, salir de nosotros mismos. Una Iglesia o un movimiento, una comunidad cerrada se enferma. Tiene todas las enfermedades de la cerrazón. Un movimiento, una Iglesia, una comunidad que sale se equivoca, se equivoca. Pero es tan lindo pedir perdón cuando uno se equivoca. Así que no tengan miedo. Salir en misión. Salir en camino. Somos caminantes. Pero cuidado, santa Teresa lo avisaba, por ahí en el camino, nos gusta un lindo lugar y nos quedamos ahí, ¿no? Nos olvidamos que tenemos que seguir para allá. No quedarnos. Descansar sí, pero después seguir caminando y caminantes, no errantes. Porque se sale para dar algo. Se dale en misión. Pero no se sale para dar vueltas sobre uno mismo, ¿no?, dentro de un laberinto que ni nosotros mismos podemos comprender. Caminantes y no errantes.

Y ahí sí, con la misión, la oración. Nadie puede decir “Jesucristo es el Señor” si el Espíritu Santo no te lo inspira. Y para eso tenés que rezar. Tenés que reconocer que tenés al Espíritu Santo adentro que y que es el mismo Espíritu Santo el que te da fuerza para ir adelante, ¿no?

Oración. No dejar la oración. Y la oración a la Virgen que es una de las cosas que en la confesión yo suelo preguntar. Bueno ¿cómo va tu relación con la Virgen? Rosario. Pero la oración. Volvemos a lo que dije antes de la Madre. Para que la Madre me acompañe, me busque, me diga dónde falta el vino, etc., esas cosas que hace ella. Oración, misión, salir.

Y una cosa que ustedes los jóvenes van a tener: la tentación del cansancio. O porque no ves los resultados, o porque bueno el espectáculo se acabó y ya está muy aburrido, y voy a buscar otra cosa. En eso, en el primer síntoma de cansancio que encuentren, cansancio del camino, pero de cualquier forma, abran la boca a tiempo. Pidan consejo a tiempo. Me está pasando esto. Salí “en cuarta” y ahora “estoy marcha atrás”. Pero la tentación del cansancio es muy sutil. Porque detrás de la tentación del cansancio de salir a la misión, se esconde el egoísmo. Y se esconde, en última instancia, el espíritu mundano, ¿no?, volver a la comodidad, al estar bien, a pasarla bien o como quieran.

Así es que yo te diría: testimonio, para que la luz brille, que no esté escondida debajo de la cama, ¿no?, que brille la luz, y vean las obras buenas que hace el Padre a través de nosotros, obviamente, ¿no? Testimonio. Para que pregunten por qué vivís así, coherencia de vida caminar, caminantes no errantes y cuidarse de la tentación del cansancio. No se me ocurre otra cosa, no cierto. ¿Qué consejo nos da para invitar a nuestros amigos a compartir una vida más plena en Cristo?

Creo que con eso basta, ¿no?”.

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Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, no se ve la verdad

4 – NUEVO ORDEN SOCIAL: Refiriéndose a las guerras e injusticias de nuestro tiempo, le pidieron al Santo Padre compartir con ellos su secreto para mantener la alegría y la esperanza, y perseverar en el servicio al enfermo, al pobre, y al desamparado.

Bueno, no tengo la más pálida idea pero no importa… Un poco por personalidad, yo diría que soy medio inconsciente, ¿no? Entonces la inconsciencia lleva a veces a ser temerario, pero no sé explicar eso que usted me pregunta.

No sé sinceramente… rezo y me abandono. Pero me cuesta hacer planes. Esas dos cosas me atrevo a decir: Que el Señor me dio la gracia de tener una gran confianza, de abandonarme en su bondad, incluso en los momentos de mucho pecado. Y como Él no me abandonó, entonces es como que eso me hace más confianzudo y entonces ir adelante con Él. Tengo mucha confianza. Yo sé que Él no me va a abandonar. Y rezo. Eso sí, pido, porque también soy consciente que de tantas cosas malas y de tantas “macanas” que hice, cuando no me abandoné al Señor y quise yo controlar el timón. Quise entrar en ese camino tan “embromado” que es el auto salvarse, es decir, yo me salvo cumpliendo, con el cumplimiento, “cumplo y miento”, cumplimiento, ¿no? El cumplimiento, que era la salvación de los Doctores de la Ley, de los saduceos, de esa gente que le hacía la vida imposible a Jesús. Pero no sé. Sinceramente, en serio, no sabría explicarlo. Me abandono, rezo, pero nunca me falla. Él no falla. Él no falla. Y he visto que Él es capaz, a través – no digo a través mío, sino a través de la gente – de hacer milagros. Yo he visto milagros que el Señor hace a través de la gente que va por este camino de abandonarse en sus manos.

Una cosa que también diría, cuando dije que soy un poco inconsciente. La audacia. La audacia es una gracia. El coraje. San Pablo decía de dos grandes actitudes que tiene que tener el cristiano para predicar a Jesucristo: el coraje y el aguante. O sea, el coraje de ir adelante y el aguante de soportar el peso del trabajo. Ahora, es curioso. Esto que se da en la vida apostólica debe, debe darse en la oración también. O sea una oración sin coraje es una oración “chirle”, que no sirve.

Acordémonos de Abrahán cuando, como buen judío, le regatea a Dios. Que si son 45, que si son 40, que si son 30, que si son 20. O sea es “caradura”. Él tiene coraje en la oración.

Acordémonos de Moisés, cuando Dios le dice: “mirá, a este pueblo yo no lo aguanto más, lo voy a destruir, pero quedáte tranquilo que a vos te voy a hacer líder de otro pueblo mejor”. “No, no, si borrás a este pueblo, me borrás a mí también”.

¡Coraje! En la oración con coraje. Rezar con coraje. “Todo lo que ustedes pidan en mi nombre, si lo piden con fe, y creen que lo tienen, ya lo tienen”. ¿Quién reza así? ¡Somos flojos! El coraje. Y después el aguante. Aguantar las contradicciones, aguantar los fracasos en la vida, los dolores, las enfermedades, las situaciones duras de la vida.

A mí me impresionó que el Padre Superior General de ustedes, o Director General, haya hecho referencia a la incomprensión que tuvo que padecer el Padre Kentenich y al rechazo. Ese es signo de que un cristiano va adelante. Cuando el Señor le hace pasar la prueba del rechazo. Porque es el signo de los Profetas, los falsos profetas nunca fueron rechazados, porque les decían a los reyes o a la gente lo que querían escuchar. Así que todo “ah qué lindo”, y nada más. El rechazo, ¿no?

Ahí está el aguante. Aguantar en la vida hasta ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, la calumnia, la difamación. Y después una cosa que es inevitable, no ver -o sea, vos me preguntabas cuál era mi secreto- a mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro. Hay un solo centro. Es Jesucristo. Sino mirar las cosas desde las periferias, porque se ven más claras.

Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús. Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro. Eso a mí me ayuda.

No sé si es mi secreto o no, pero ciertamente… Me acuerdo cómo cambió la concepción, la cosmovisión del mundo desde Magallanes en adelante; una cosa era ver el mundo desde Madrid o Lisboa, y otra cosa era verlo desde allá, desde el Estrecho de Magallanes. Ahí empezaron a entender otra cosa. Esas revoluciones que hacen entender la realidad de otro lado. Lo mismo pasa con nosotros, si nos quedamos encerrados en nuestro mundito, que nos defiende y todo, no terminamos de entender, y no terminamos de saber cuál es la verdadera situación de una verdad.

En estos días en que hubo un gran encuentro acá de penalistas, mundial, uno de ellos, hablando de experiencias – en privado estábamos hablando en ese momento – me decía: “y a veces me sucede, Padre, cuando voy a la cárcel, de llorar junto con un preso”.

Entonces ahí tenés un ejemplo. O sea, él ve la realidad no sólo desde el derecho, de lo que tiene que juzgar como juez penalista, sino desde la llaga que está allá, y esta verdad la ve allá, la ve mejor. Y para mí es una de las cosa más lindas de estos días, que un juez te diga que tuvo la gracia, que tiene la gracia a veces de llorar con un preso. O sea, ir a la periferia, ¿no es cierto?

Así que yo te diría: Una sana inconciencia -o sea, que Dios hace las cosas- rezar y abandonarse. Coraje y aguante, y salir a la periferia. No sé si ese es mi secreto. Pero es lo que se me ocurre decirte de lo que a mí me pasa”.

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La libertad de espíritu

5 – IGLESIA. Motivados por el amor a la Iglesia, herencia y misión del Padre Kentenich, le preguntaron al Santo Padre cómo ayudarlo más en la renovación de la Iglesia, y dónde poner los acentos de nuestra acción evangelizadora en esta nueva etapa de nuestra Familia.


Renovación de la Iglesia. Uno piensa en la gran revolución. Alguno por ahí dice “el Papa revolucionario”, todas esas historias. Pero es la frase quizá de las más antiguas de la Eclesiología. Los latinos, los Padres latinos, decían Ecclesia Semper renovanda. La Iglesia tiene que renovarse continuamente. Esto es desde los primeros siglos de la Iglesia. Y luchaban por eso, los santos hicieron lo mismo. O sea, los que llevan adelante la Iglesia son los santos, que son aquellos que fueron capaces de renovar su santidad, y renovar a través de su santidad, la Iglesia. Ellos son los que llevan adelante la Iglesia.

O sea, como primer favor que les pido, como ayuda, es santidad. Santidad. No tener miedo a la vida de santidad. Eso es renovar la Iglesia. Renovar la Iglesia no es principalmente hacer un cambio aquí, un cambio allá. Hay que hacerlo porque la vida siempre cambia, y hay que adaptarse. Pero esa no es la renovación.

Acá mismo – es público, por eso me atrevo a decirlo – hay que renovar la Curia, se está renovando la Curia, el Banco del Vaticano, hay que renovarlo. Todas son renovaciones de afuera. Esas que dicen los diarios. Es curioso. Ninguno habla de la renovación del corazón. No entienden nada de lo que es renovar la Iglesia. Es la santidad. Renovar el corazón de cada uno.

Otra cosa que me ayuda, que fue tu pregunta, la libertad de espíritu. En la medida en que uno reza más y deja que el Espíritu Santo actúe, va adquiriendo esa santa libertad de espíritu, que lo lleva a hacer cosas que dan un fruto enorme. Libertad de espíritu. Que no es lo mismo que relajo, no, no es lo mismo. No es vaga, no da lo mismo. No, no. Libertad de espíritu supone fidelidad, y supone oración.

Cuando uno no ora no tiene esa libertad. O sea, el que reza tiene libertad de espíritu. Es capaz de hacer “barbaridades” en el buen sentido de la palabra. “¿Y cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Qué bien que te salió!”. “Y yo que sé, recé y se me ocurrió”. Libertad de espíritu.

No encapsularse solamente – digo encapsularse, hay que entenderlo bien – en directivas, o cosas que nos aprisionan. Volvemos otra vez a la caricatura de los Doctores de la Ley, que por ser tan exactos, tan exactos, en el cumplimiento de los diez mandamientos habían inventado otros 600. No, eso no ayuda. No, eso te lleva a encerrarte, a encapsularte.

Cuando el apóstol planifica – y acá toco algo que quizá a algunos de ustedes no les guste, pero yo lo digo -, cuando el apóstol cree que haciendo una buena planificación las cosas van adelante, se equivoca. Eso es funcionalista. Eso lo tiene que hacer un empresario.

Nosotros tenemos que usar esas cosas, sí. Pero no son la prioridad, sino al servicio de lo otro, de la libertad de espíritu, de la oración, de la vocación, del celo apostólico, del salir. O sea, el funcionalismo ¡ojo!

A veces yo veo en algunas Conferencias Episcopales o en algunos obispados que tienen encargados para cualquier cosa, para todo, no se escapa nada, y todo funcional, todo bien arreglado. Pero faltan a veces cosas o hacen la mitad de lo que podrían hacer con menos funcionalismo y más celo apostólico, más libertad interior, más oración, o sea, esa libertad interior, ese coraje de salir adelante. Eso.

Todo lo del funcionalismo, para que no haya dudas, lo expliqué bien en Evangelii Gaudium. Pueden fijarse ahí lo que quise decir.

¿Cuándo un camino, una ayuda, es verdadero? Cuando se descentra. El centro es uno solo: Jesucristo. Cuando yo pongo en el centro mis métodos pastorales, mi camino pastoral, mi modo de actuar y todo, descentro a Jesucristo. Toda espiritualidad, todo carisma, en la Iglesia, de lo más variado y lo más rico, tiene que ser descentrado. En el centro está el Señor.

Por eso, fíjense, cuando Pablo en la Primera Carta a los Corintios habla de los carismas, esas cosas tan lindas, del cuerpo, de la Iglesia, cada cual con su carisma, ¿cómo termina? Pero les voy a explicar algo mejor. Y termina hablando del amor. Es decir, de aquello que viene bien de Dios, de lo más propio de Dios y que nos enseña a imitarlo a él. Por eso no se olviden esto. Y háganse mucho la pregunta: ¿Yo soy un descentrado, en este sentido, o estoy en el centro, como persona o como movimiento, como carisma? Lo que en castellano – perdón que hablo mi lengua porteña -, en mi castellano porteño llamamos “figuretti”, es decir, el centro, el centro, es sólo Jesús. Siempre el apóstol es un descentrado, porque es servidor, está al servicio del centro.

El carisma descentrado no dice “nosotros”. “Nosotros” o “yo”… Dice Jesús. Y Yo. Jesús y yo. Jesús me pide, tengo que hacer esto por Jesús. O sea, siempre al centro. Está orbitando en la persona de Jesús. No se olviden. Un movimiento, un carisma, necesariamente tiene que ser descentrado. Después, una cosa que hoy día se nos pide y se hizo referencia cuando hablamos de las guerras. Hoy en día estamos sufriendo desencuentros cada vez más grandes. Y con la clave del desencuentro podemos releer todas las preguntas que hicieron ustedes.

Desencuentros familiares, desencuentros testimoniales, desencuentros en el anuncio de la Palabra, y del mensaje, desencuentros de guerras, desencuentros de familias, o sea que el desencuentro, la división, es el arma que el demonio tiene. Y entre paréntesis les digo que el demonio existe por si alguno tiene dudas. Existe, y se las trae. Existe y se las trae.

Y el camino es el desencuentro que lleva a la pelea, la enemistad, Babel. Así como la Iglesia es ese templo de piedras vivas, que edifica el Espíritu Santo, el demonio edifica ese otro templo de la soberbia, del orgullo, que desencuentra, porque cada cual no se entiende, habla cosas distintas, que es Babel.

De ahí que tenemos que trabajar por una cultura del encuentro. Una cultura que nos ayude a encontrarnos como familia, como movimiento, como Iglesia, como parroquia. Siempre buscar cómo encontrarse.

Yo les recomiendo -sería una cosa linda si la pudieran hacer en estos días, si no se les va de la cabeza y se olvidan: Que agarren en el libro del Génesis la historia de José y sus hermanos. Cómo toda esa historia dolorosa, de traición, de envidia, de desencuentro termina en una historia de encuentro que da lugar a que el pueblo por 400 años crezca y se fortalezca. Ese pueblo elegido por Dios. Cultura del encuentro.

Léanse la historia de José, que son varios capítulos del Génesis. Les va a hacer bien para ver qué es lo que se quiere decir con esto. Cultura del encuentro es cultura de la alianza. O sea, Dios nos eligió, nos prometió, y en el medio hizo una alianza con su pueblo.

A Abrahán le dice: “caminá que yo te voy a decir lo que te voy a dar”. Y, poco a poco, le va diciendo que la descendencia que va a tener va a ser como las estrellas del cielo. La promesa. Lo elige con una promesa. Llegado un momento le dice: “ahora alianza”. Y las diversas alianzas que va haciendo con su pueblo son las que consolidan ese camino de promesa y con el encuentro.

Cultura del encuentro es cultura de la alianza. Y eso crea solidaridad. Solidaridad eclesial. Ustedes saben que es una de las palabras que está en riesgo. Así como todos los años o cada tres años la Real Academia Española se reúne para ver las nuevas palabras que se van creando porque somos una lengua viva -sucede con todas las lenguas vivas- así también algunas van desapareciendo porque son lenguas muertas, es decir, mueren y ya no se usan. Y siendo una lengua viva, tiene palabras muertas. La que está a punto de morir, o porque la quieren matar, la quieren borrar del diccionario, es la palabra “solidaridad”. Y alianza significa solidaridad. Significa creación de vínculos, no destrucción de vínculos. Y hoy día estamos viviendo en esta cultura, en esta cultura del provisorio, que es una cultura de destrucción de vínculos.

Lo que hablamos de los problemas de la familia, por ejemplo. Se destruyen los vínculos, en vez de crear vínculos. ¿Por qué? Porque estamos viviendo la cultura del provisorio, del desencuentro, de la incapacidad de hacer alianza.

Entonces cultura del encuentro, que eso hace una unidad que no es mentirosa y es la unidad de la santidad, que lleva a la cultura del encuentro.

Quizás quiero terminar con esto… Era muy común en el pueblo elegido, en la Biblia, renovar la alianza, hacer la renovación de la alianza, se renovaba la alianza en tales fiestas, en tales años, o después de haber ganado una batalla, después de haber sido liberados y, venido Jesús, nos pide renovar la alianza, ¿no es cierto? Y Él mismo participa de esa renovación en la Eucaristía.

O sea, cuando celebramos la Eucaristía celebramos la renovación de la alianza. No sólo miméticamente, sino de una manera muy honda, muy real, muy profunda. Es la misma presencia de Dios que renueva la alianza con nosotros. Pero también no lo solemos decir porque se nos va de la cabeza o porque no está tan de moda, la renovación de la alianza en el sacramento de la Reconciliación.

Eso no lo olviden nunca, no lo olviden nunca. Cuando no me confieso porque no se me ocurre qué decirle al cura, algo anda mal. Porque no tenemos luz interior para descubrir la acción del mal espíritu que nos daña. Esa renovación de la alianza en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación nos va llevando a la santidad siempre con esta cultura del encuentro, con esta solidaridad, con esta creación de vínculos.

Y esto es lo que les deseo a ustedes. Que en este mundo de desencuentros, de difamaciones, calumnias, destrucciones con la lengua, lleven ustedes adelante esta cultura del encuentro renovando la alianza. Claro, nadie puede ser educado solo. Necesita que la Madre lo eduque. Así que los encomiendo a todos ustedes a la Madre para que los siga haciendo caminar adelante en esta renovación de la alianza. Gracias.

Los envío como misioneros en los próximos años

Luego de renovar la Alianza de Amor, y antes de impartir su bendición, agregó:

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Al darles la bendición, los envío como misioneros en los próximos años. Los envío, no en mi nombre, sino en nombre de Jesús. Los envío, no solos, sino de la mano de nuestra Madre, María, y dentro del seno de nuestra Madre, la Santa Iglesia. Los envío en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Antes de terminar, les agradezco la visita, de todo corazón. Y me vino ahora a la memoria, cuando me preguntaron cuál es mi secreto. Quiero contarles dos secretos. Uno, el Superior General decía que no quería quitar tiempo porque no quería retrasar mi almuerzo. Un secreto es este: Yo nunca vi a ningún cura que se muriera de hambre.

Segundo secreto: Hace un tiempo, un cura de Schoenstatt me regaló una imagen de la Madre. Y la tengo en mi mesita de luz. Y todas las mañanas, cuando me levanto, la toco y le rezo. Es un secreto que les quería contar.

Gracias de nuevo por la visita. No se olviden de rezar por mí que lo necesito. Que Dios los bendiga y la Virgen los cuide. Gracias.

Texto del Santo Padre: Transcripción de María Fernanda Bernasconi; Radio Vatican. Correción: Monina Crivelli y Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina

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October 25, 2014 – Audiencia

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